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SEP
2025

El Señor camina en medio de su pueblo y lo conduce con esperanza



El Señor camina en medio de su pueblo y lo conduce con esperanza

Sábado 27 de septiembre de 2025 – Semana XXV del Tiempo Ordinario

Hoy la liturgia de la Palabra nos abre un horizonte luminoso en medio de las pruebas. El profeta Zacarías nos presenta un anuncio que llena de esperanza: “Yo mismo seré para ella —oráculo del Señor— una muralla de fuego en torno suyo y seré su gloria en medio de ella” (Zac 2,9). Dios mismo se convierte en la defensa y en la presencia viva que habita en medio de su pueblo. No hay fuerza humana ni poder terreno que pueda compararse con la seguridad que da la cercanía del Señor. Esta promesa profética resuena con fuerza en nuestro tiempo: Dios no nos abandona, camina con nosotros, es muralla protectora y al mismo tiempo luz que nos guía hacia el futuro.

El salmo responsorial, tomado del profeta Jeremías, nos recuerda con ternura la misión de Dios como pastor: “El Señor será nuestro pastor”. En Él encontramos descanso, alimento y seguridad. Es un pastor que no se limita a cuidar desde lejos, sino que se acerca, carga en sus brazos a las ovejas heridas y las conduce a fuentes de agua viva. San Agustín comentaba que el verdadero pastor “ama a sus ovejas hasta dar la vida por ellas” (cf. In Io. Ev. tr. 46). Este salmo es una invitación a la confianza y a la alegría: si Dios es nuestro pastor, nada nos faltará.

El Evangelio según san Lucas (9,43-45) nos muestra un momento de contraste. Mientras la multitud se asombra de las maravillas de Jesús, Él anuncia a sus discípulos que será entregado en manos de los hombres. Es el misterio de la cruz que se entrelaza con la gloria. Los discípulos no comprenden aún; tienen miedo de preguntar. También nosotros, muchas veces, no entendemos el sentido del sufrimiento o de las dificultades que llegan a nuestra vida. Pero el Evangelio nos enseña que detrás de cada cruz se esconde la victoria de la resurrección. Lo que parece derrota se convierte en semilla de vida nueva.

En este día celebramos a San Vicente de Paúl, sacerdote francés del siglo XVII, patrono de las obras de caridad. Su vida es un testimonio concreto de lo que significa dejar que Dios sea “muralla de fuego” y “pastor”: Vicente dedicó su existencia a servir a los pobres, a los enfermos, a los marginados. Fundó la Congregación de la Misión y, junto con Santa Luisa de Marillac, las Hijas de la Caridad. Él entendió que la verdadera gloria de Dios se manifiesta en el amor al prójimo. Su ejemplo nos invita hoy a mirar alrededor y descubrir en los más pequeños y necesitados el rostro de Cristo sufriente.

Estamos en el Mes de la Biblia, y la Palabra de Dios ilumina nuestra vida personal y comunitaria. Ella nos enseña a leer la historia con esperanza. La Escritura no es un libro viejo, sino palabra viva que se cumple hoy. San Jerónimo afirmaba: “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”. En este mes somos llamados a redescubrir la fuerza transformadora de la Palabra: leerla, meditarla, orarla y ponerla en práctica en nuestras familias, en la parroquia y en la sociedad.

La gloria de Dios no se mide en triunfos humanos, sino en su presencia que nos acompaña y nos sostiene; aun en la confusión y en el dolor, Él es Pastor que guía y Muralla de fuego que protege. Por eso, sintamos gratitud y confianza: el Señor nos pastorea con amor y no nos abandona, nos invita a caminar con alegría, aún en medio de la cruz, porque sabemos que su victoria es segura. Inspirados en San Vicente de Paúl, hagamos un gesto concreto de caridad: visitar a un enfermo, compartir con un necesitado, escuchar con paciencia a quien se siente solo, y que nuestra fe en la Palabra se haga vida en obras de amor.

Que la Palabra de Dios sea lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino.
Pidamos a San Vicente de Paúl que interceda por nuestra parroquia, para que seamos una comunidad misionera, solidaria y siempre abierta a la esperanza del Evangelio.

 Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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