Sábado 11 de octubre de 2025 — Semana XXVII del Tiempo Ordinario
Fiesta
de San Juan XXIII, Papa
Mes del Santo Rosario y de las Misiones
Lecturas: Joel 4,12-21; Salmo 96; Lucas 11,27-28
“Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,28)
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy la liturgia nos regala una Palabra luminosa, llena de esperanza y promesa. El profeta Joel, en un lenguaje poético y profético, anuncia el juicio de Dios sobre las naciones, pero al mismo tiempo proclama la restauración de su pueblo. El valle de Josafat, que significa “el Señor juzga”, se convierte en símbolo de un Dios que hace justicia, pero cuya justicia no nace del castigo sino del amor que purifica. “Ustedes sabrán que yo soy el Señor su Dios que habita en Sión”, dice el profeta (Jl 4,17). En otras palabras: el Señor no abandona a su pueblo, sino que camina con él, lo defiende y lo renueva.
El Salmo 96 nos invita a cantar con alegría: “El Señor reina, alegremos todos con Él.” Es una invitación a mirar el mundo con esperanza, a no dejarnos vencer por la desesperanza o el miedo, porque el Señor sigue reinando, incluso en medio de las tormentas. Su trono es la justicia y el derecho, su luz disipa toda tiniebla. Cada vez que un corazón perdona, que un hogar se reconcilia o que un joven se levanta del pecado para comenzar de nuevo, el Reino de Dios se hace presente.
En el Evangelio, una mujer del pueblo grita con entusiasmo: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!” Jesús, sin negar la bienaventuranza de su Madre, eleva la mirada y dice: “Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.” En esta respuesta está resumido el Evangelio entero. María no fue bendita solo por ser la madre biológica de Jesús, sino porque escuchó la Palabra, la guardó en su corazón y la hizo vida. Ella es modelo del discípulo que escucha, medita, cree y actúa.
Hoy, en el mes del Santo Rosario, esta Palabra resuena con una fuerza especial. Cada Ave María, cada misterio contemplado, nos introduce en el corazón del Evangelio. El Rosario no es solo una repetición piadosa, sino una escuela de escucha: en cada decena aprendemos, junto a María, a mirar la vida de Jesús y a dejar que su Palabra transforme la nuestra. Por eso, quien reza el Rosario con fe, termina pareciéndose a Cristo: más paciente, más misericordioso, más libre y más capaz de amar.
San Juan XXIII: el Papa del Concilio y del corazón abierto
Celebramos
hoy a San Juan XXIII, el “Papa bueno”, aquel hombre sencillo que abrió
las puertas del corazón de la Iglesia al mundo moderno convocando el Concilio
Vaticano II. Su vida fue una parábola viviente del Evangelio que hemos
escuchado: escuchó la Palabra de Dios, discernió los signos de los tiempos y
actuó con obediencia confiada al Espíritu Santo.
Cuando anunció el Concilio, muchos lo consideraron un anciano sin visión, pero
él respondió con fe: “No se trata de abrir las ventanas de la Iglesia para
que entre el aire del mundo, sino para que salga el aire del Evangelio.” Su
sonrisa, su humildad y su amor pastoral encarnaron la misericordia de Cristo.
El Papa León XIV, en su reciente exhortación apostólica “Dilexit Te”, nos invita a seguir ese mismo camino de apertura y esperanza: escuchar la Palabra, discernir los tiempos, y responder con alegría al Espíritu que sigue haciendo nuevas todas las cosas. San Juan XXIII nos enseña que la verdadera renovación de la Iglesia no empieza en los documentos, sino en los corazones que se dejan transformar por la Palabra viva de Dios.
Una Iglesia que escucha y anuncia
Queridos hermanos, en este tiempo misionero, el Señor nos invita a ser una Iglesia que escucha y que cumple. Escuchar la Palabra no es solo oírla en la misa, sino dejar que ella moldee nuestra vida cotidiana: nuestras decisiones, nuestras relaciones, nuestro compromiso con los más pobres. Cumplirla es salir de nosotros mismos para llevar esperanza, para ser instrumentos de paz, para hacer visible la ternura de Dios en medio del mundo.
Así como María escuchó y dijo “sí”, así como San Juan XXIII escuchó y abrió las puertas del Concilio, nosotros también podemos escuchar y abrir las puertas del corazón para que Cristo entre y reine.
Pensar, Sentir y Actuar: El Señor sigue reinando; aunque el mal parezca fuerte, el amor de Dios tiene siempre la última palabra. Que la Palabra divina toque hoy tu corazón como lo hizo con María y despierte en ti el deseo profundo de vivir según el Evangelio. Reza una decena del Rosario pidiendo la gracia de escuchar y cumplir la Palabra de Dios, y ofrece una obra misionera —una visita, una llamada o un gesto de caridad— como fruto concreto de esa oración.
Oración final
Señor
Jesús,
Tú que hiciste de María la primera oyente de tu Palabra
y de San Juan XXIII un pastor lleno de esperanza,
haznos también dóciles a tu voz.
Que sepamos escucharte en el silencio,
cumplir tu voluntad con alegría
y anunciar con nuestras obras la alegría del Evangelio.
Amén.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
Vicario parroquial
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