07
OCT
2025

El Santo Rosario y los Lepantos de Hoy: La victoria que nace de la oración



El Santo Rosario y los Lepantos de Hoy: La victoria que nace de la oración

1. El origen del Santo Rosario

El Santo Rosario es una de las devociones más queridas y difundidas del pueblo cristiano. Nació del corazón de la Iglesia como fruto de la pedagogía maternal de la Virgen María,

que conduce a los fieles al centro del Evangelio: Cristo mismo.
Sus raíces se remontan a los primeros monjes que recitaban los 150 salmos, práctica que con el tiempo fue adoptada por los fieles sencillos sustituyendo los salmos por 150 Avemarías. Pero fue Santo Domingo de Guzmán, en el siglo XIII, quien —según la piadosa tradición— recibió de la Santísima Virgen el encargo de difundir esta oración como arma espiritual contra las herejías y como medio eficaz para reavivar la fe del pueblo cristiano.

Desde entonces, el Rosario ha acompañado a los creyentes en los momentos más oscuros de la historia.

Cada Padrenuestro, cada Avemaría y cada Gloria son como granos de fe que, unidos, forman una corona de amor y confianza dirigida a la Madre de Dios. No es una repetición mecánica, sino una verdadera escuela de contemplación: en ella, el cristiano aprende, junto a María, a mirar a Cristo con los ojos del corazón.

Por eso, san Juan Pablo II lo llamó “compendio del Evangelio”, y san Pío V lo definió como “una oración poderosa para alcanzar la paz y vencer el mal”.
El Rosario es, en definitiva, un resumen orante de la historia de la salvación, un camino que conduce a la paz interior y a la victoria espiritual sobre el mal.

2. La Batalla de Lepanto: la victoria del Rosario

En el siglo XVI, Europa se encontraba ante una amenaza decisiva: el avance del Imperio Otomano, que pretendía imponer su dominio sobre el Mediterráneo y extender su influencia

hasta Roma misma.

Ante este peligro, el Papa San Pío V, dominico y gran devoto del Rosario, comprendió que la victoria no dependía solo del poder militar, sino de la intervención divina. Convocó entonces a toda la cristiandad a rezar el Santo Rosario por la paz y la defensa de la fe.

Mientras tanto, una coalición llamada la Santa Liga —formada por España, Venecia y los Estados Pontificios— se preparaba para enfrentar al enemigo.

El 7 de octubre de 1571, las flotas se encontraron en el Golfo de Lepanto. La batalla fue terrible y decisiva. Mientras los cañones tronaban en el mar, en Roma y en toda Europa miles de fieles rezaban el Rosario, guiados por el Papa, que había ordenado procesiones públicas y jornadas de oración.

Al caer la tarde, la noticia llegó: la flota cristiana había obtenido una victoria aplastante.
El Papa, que en ese momento rezaba en el convento dominico de Santa Sabina, tuvo una visión interior de la victoria antes de que se recibiera la confirmación oficial. Con lágrimas de gratitud, atribuyó el triunfo no a las armas, sino al poder del Rosario, proclamando la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, que más tarde sería conocida como la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

Desde entonces, el 7 de octubre es para la Iglesia un día de acción de gracias y de renovación de la confianza en la Madre de Dios, que intercede por sus hijos en los momentos más difíciles de la historia.

3. El Papa y el Rosario: guardianes de la fe y de la esperanza

Desde San Pío V, los Papas han custodio con celo la devoción al Rosario como fuente de santificación personal y social.

León XIII, llamado justamente “el Papa del Rosario”, escribió más de diez encíclicas dedicadas a esta oración, convencido de que su práctica podía restaurar el orden cristiano en las familias y en las naciones. Decía con fuerza:

“Cuando el Rosario vuelve a las familias, vuelve la paz a los hogares.”

En tiempos modernos, san Juan Pablo II renovó esta tradición con la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (2002), invitando a los fieles a redescubrir el valor contemplativo del Rosario.

A través de sus misterios, afirmaba, el cristiano aprende de María a contemplar el rostro de Cristo, a meditar sus obras y a vivirlas en su propia vida.

El Papa Francisco, en continuidad con sus predecesores, ha insistido en que el Rosario es “el arma de los humildes y de los que confían”.

Lo llama “una oración del corazón”, sencilla pero poderosa, que une a los creyentes y abre caminos de consuelo, conversión y esperanza.

4. El testimonio del Padre Amorth: el demonio teme el Rosario

Entre los testimonios más impactantes sobre el poder espiritual del Rosario se encuentra el del Padre Gabriele Amorth, exorcista oficial de la diócesis de Roma por más de treinta años y discípulo del célebre Padre Candido Amantini.

En sus numerosos exorcismos y escritos, el Padre Amorth reveló palabras estremecedoras pronunciadas por el demonio durante los ritos de liberación:

“Cada Ave María dicha con fe es un golpe en mi cabeza. Si los cristianos supieran cuánto poder tiene el Rosario, sería mi fin.”

El demonio reconocía así, en su desesperación, que la Virgen María lo derrota constantemente, cumpliendo la profecía del Génesis (3,15):

“Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; ella te aplastará la cabeza.”

El padre Amorth explicaba que el demonio odia a María más que a cualquier otra criatura, porque fue una simple mujer, humilde y obediente, quien con su “sí” derrotó su soberbia.
“Ella no necesita gritar —decía—, su sola pureza lo humilla y lo hiere. Donde María está presente, Satanás huye.”

El exorcista relató que el Rosario es una cadena espiritual que ata al demonio y lo debilita, una oración que disuelve las tinieblas y protege a las almas.

“El Rosario —afirmaba— es la oración más temida por el demonio. Cada misterio rezado con fe hace huir a los espíritus malignos y atrae la protección del cielo.”

Este testimonio confirma lo que la Iglesia ha enseñado durante siglos: María, con su intercesión maternal, continúa pisando la cabeza del enemigo y defendiendo a sus hijos, especialmente a través del rezo del Santo Rosario.

5. Los “Lepantos” de hoy

Ya no enfrentamos galeras ni cañones, pero los Lepantos del presente son igualmente decisivos.
Hoy los cristianos luchamos contra fuerzas más sutiles y profundas: la indiferencia religiosa, el relativismo moral, la pérdida del sentido de Dios, la desintegración familiar y la crisis de esperanza que hiere a tantas almas.

Cada familia que persevera unida, cada joven que resiste la tentación del egoísmo, cada sacerdote que sigue adelante en medio de la soledad, cada nación que defiende la vida y la dignidad humana, está librando su propio Lepanto espiritual.

Las batallas de nuestro tiempo no se ganan con violencia, sino con la oración, la conversión y la fe firme.

El Rosario es hoy el ancla de fe y muro de defensa frente a las tormentas del mundo.
Cuando una madre reza por su hijo, cuando un enfermo ofrece su dolor rezando el Rosario, cuando una comunidad se une en torno a María para pedir la paz, el mal retrocede y el cielo se abre.

Estas son las victorias silenciosas que sostienen la historia y mantienen viva la esperanza cristiana.

6. El poder de la oración: la victoria que nace del amor

El poder del Rosario no está en la cantidad de palabras, sino en el amor y la fe con que se reza.
Cada Ave María es un acto de confianza en el poder de Dios, una semilla de luz que fecunda el alma y transforma la realidad.

El Rosario nos educa en la paciencia, fortalece la fe, vence la tristeza, restaura la paz interior y une a las familias.

Como en Lepanto, Dios sigue obrando grandes maravillas a través de la oración sencilla de su pueblo.

María, Reina del Rosario, continúa pisando la cabeza del enemigo, destruyendo con su humildad las obras del mal y conduciendo a sus hijos al triunfo del amor.
Donde se reza el Rosario, hay protección; donde se enseña, florece la esperanza; donde se vive, brota la paz.

7. La victoria pertenece a los que oran

El Santo Rosario no es una devoción del pasado: es una estrategia divina para vencer el mal en cada época de la historia.

En cada generación hay un Lepanto que enfrentar —una batalla por la fe, la familia o la verdad—, y el arma sigue siendo la misma: la oración confiada del pueblo de Dios junto a María.

Decía San Pío V, tras la victoria de 1571:

“No fue la espada lo que venció en Lepanto, sino el Rosario.”

Y podríamos repetir hoy: no será la política ni la tecnología la que salve al mundo, sino los corazones que se arrodillan ante Dios con un Rosario en las manos.

Porque mientras existan fieles que recen, el mal no tendrá la última palabra.
Y mientras una madre enseñe a su hijo a decir “Dios te salve, María”, la humanidad tendrá esperanza.

Oración final

Virgen Santísima del Rosario,
Madre de la Iglesia y Reina de la Paz,
tú que en Lepanto diste la victoria a los que rezaban,
ven también hoy en auxilio de tus hijos.
Pisa la cabeza del enemigo que divide y destruye,
y enséñanos a luchar nuestras batallas
con la fe, la humildad y la perseverancia de tu corazón.
Amén.


Pbro.Alfredo Uzcátegui.


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