El Sacramento del Orden: Al servicio de Dios y de la comunidad
En la vida de la Iglesia, algunos sacramentos son para la santificación personal (como la Eucaristía o la Penitencia), mientras que otros están orientados a la edificación y servicio del Pueblo de Dios. Estos son los llamados Sacramentos al servicio de la comunión y de la misión: el Matrimonio y el Orden.
Hoy queremos detenernos en el Sacramento del Orden, el cual configura a algunos hombres para actuar en nombre de Cristo y servir a la Iglesia en su misión de anunciar el Evangelio, celebrar los sacramentos y guiar a los fieles en la caridad.
San Juan María Vianney, patrono de los párrocos, decía con claridad: “Un buen pastor, un pastor según el corazón de Dios, es el mayor tesoro que Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina”.
Fundamento bíblico
Jesús eligió a los Doce Apóstoles y les confió una misión única: “El que a ustedes escucha, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí me rechaza” (Lc 10,16).
El sacramento del Orden nace de la llamada de Cristo y de la acción del Espíritu Santo. Como enseña San Pablo a Timoteo: “No descuides el don espiritual que hay en ti, que se te fue conferido mediante profecía, con la imposición de manos del presbiterio” (1 Tim 4,14).
Enseñanza de la Iglesia
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma:
El Concilio Vaticano II recordó que los sacerdotes son “configurados con Cristo Sacerdote, para que puedan actuar en nombre de Cristo Cabeza” (Presbyterorum Ordinis, 2).
El Papa Benedicto XVI subrayó: “El sacerdote es, ante todo, un hombre de Dios. El mundo necesita testigos de lo invisible, hombres que conduzcan a otros hacia Dios” (Homilía, 2009).
Dimensión de servicio y vida comunitaria
El sacramento del Orden no se recibe para el beneficio personal, sino para el servicio del Pueblo de Dios. El sacerdote es padre, guía y hermano; el obispo es sucesor de los apóstoles y garante de la comunión; el diácono, servidor humilde de la caridad y de la liturgia.
San Ignacio de Antioquía enseñaba ya en el siglo I: “Donde está el obispo, allí está la Iglesia, así como donde está Cristo, allí está la Iglesia católica” (Carta a los Esmirniotas, 8).
Aplicación para la vida hoy
En un tiempo donde la figura del sacerdote es muchas veces cuestionada o incomprendida, la Iglesia nos recuerda su importancia vital. Sin sacerdotes no hay Eucaristía, y sin Eucaristía no hay Iglesia.
El sacramento del Orden:
San Juan Pablo II lo resumió así: “El sacerdote es el hombre del misterio de Dios. Es el hombre de la Palabra, del sacramento y de la caridad pastoral” (Pastores dabo vobis, 1992).
Un llamado a la oración por las vocaciones
Jesús nos pidió: “Rueguen al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,38). La vocación sacerdotal es un don de Dios y la comunidad cristiana está llamada a orar, acompañar y apoyar a quienes escuchan este llamado.
El Papa Francisco insiste: “La vocación nace de la oración y de la oración se alimenta. Y sólo en la oración puede madurar y dar fruto” (Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 2014).
El Sacramento del Orden es un don precioso para la Iglesia, porque hace presente a Cristo Buen Pastor en medio de su pueblo. Agradezcamos por nuestros obispos, sacerdotes y diáconos, y pidamos al Señor que suscite nuevas y santas vocaciones para el bien de toda la Iglesia.
San Juan Bosco lo expresaba con ternura: “Un sacerdote santo hace mucho bien a toda la parroquia, pero un sacerdote tibio es una desdicha para todo su pueblo”.
Bibliografía
Oración por las vocaciones sacerdotales
Señor
Jesús, Buen Pastor,
que llamaste a tus apóstoles para hacerlos pescadores de hombres,
sigue llamando hoy a jóvenes generosos
que quieran servirte en tu Iglesia como sacerdotes.
Dales
un corazón ardiente como el tuyo,
capaz de amar sin medida y de entregar la vida por tus ovejas.
Hazlos hombres de oración, de la Eucaristía y de la caridad,
que anuncien tu Palabra con alegría y valentía.
Bendice
a nuestros obispos, sacerdotes y diáconos,
hazlos fieles a su misión y santos en su entrega.
Y a nosotros, danos el don de acompañar, sostener y rezar siempre por ellos.
María,
Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles,
intercede por nosotros y presenta al Padre
estas súplicas por nuevas y santas vocaciones.
Amén.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
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