04
MAY
2025

El Amor a Cristo nos Impulsa a la Misión



Señor, Tú sabes que te quiero – Tercer Domingo de Pascua – 4 de mayo de 2025

Querida comunidad parroquial:

¡Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado! Continuamos celebrando este gozoso tiempo pascual, en el que la luz del Resucitado ilumina cada rincón de nuestra existencia y nos invita a caminar con esperanza hacia el futuro, bajo la certeza de su amor invencible.

1. El testimonio valiente de la fe (Hechos 5, 27-32.40-41)

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos presenta a Pedro y a los demás apóstoles enfrentando el rechazo y la persecución con una firmeza que solo el Espíritu Santo puede infundir:

Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5,29).

Ellos, habiendo sido testigos del Resucitado, no pueden callar lo que han visto y oído. Aunque son azotados y humillados, salen del Sanedrín llenos de alegría por haber sido dignos de sufrir por el nombre de Jesús.

Hoy también nosotros somos llamados a ser testigos valientes de Cristo en medio de las dificultades. En un mundo que a veces rechaza los valores del Evangelio, ¡no debemos callar! Vivir el Jubileo significa renovar nuestro compromiso de ser discípulos-misioneros, sin miedo, con alegría, conscientes de que "el poder de Dios se manifiesta en nuestra debilidad" (cf. 2 Cor 12,9).

2. El canto de la creación redimida (Apocalipsis 5, 11-14)

En la segunda lectura, san Juan nos permite vislumbrar una escena sublime en el cielo:

"El Cordero que fue degollado es digno de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza" (Ap 5,12).

Toda la creación, visible e invisible, se une en adoración al Cordero inmolado que vive para siempre.
Nuestro culto en la Tierra debe anticipar ya esta liturgia celestial. Cada Eucaristía dominical es un eco de ese canto eterno: al participar de ella durante este Año Santo Jubilar, abrimos nuestro corazón a la alabanza que no pasa y recibimos la fuerza para perseverar en la fe.

3. Señor, tú sabes que te quiero (Juan 21, 1-19)

El Evangelio nos narra una de las más entrañables apariciones del Resucitado: Jesús se presenta a sus discípulos junto al mar de Tiberíades, les prepara un desayuno, y llama a Pedro a reafirmar su amor:

Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

Pedro, que había negado tres veces a Jesús, tiene ahora la oportunidad de declararle tres veces su amor. Jesús no lo humilla; lo restaura, lo confirma en su misión: "Apacienta mis ovejas".

En este Año Santo Jubilar, esta escena nos invita a reconocer que no importa cuántas veces hayamos caído o dudado. Cristo siempre viene a nuestro encuentro, nos ofrece su perdón, y nos llama a la misión.
El amor sincero a Jesús nos convierte en constructores de esperanza. Desde nuestras familias, parroquias, lugares de estudio y trabajo, somos enviados a ser pastores unos de otros, llevando la luz de la Pascua a todos.

4. Vivir el Año Santo Jubilar: Testigos de esperanza

En el marco de este Año Santo Jubilar, este domingo nos impulsa a vivir tres compromisos concretos:

  • Ser testigos valientes, obedeciendo a Dios antes que a los hombres, con la serenidad de los apóstoles y el gozo de quien sabe que "el Señor cambia nuestro lamento en danza" (cf. Sal 29,12).
  • Unirnos en la alabanza, participando plenamente en la Eucaristía, como anticipo del canto eterno del cielo.
  • Renovar nuestro amor a Cristo, a través de la oración personal, la confesión frecuente, la adoración eucarística, y las obras de caridad.

Cada obra de misericordia, cada palabra de aliento, cada acto de reconciliación en este Año Santo, abre para nosotros y para el mundo las puertas de la eternidad.

5. Una palabra final de esperanza

Hoy, Jesús Resucitado también nos pregunta: "¿Me amas?"
No nos exige perfección, sino un amor sincero que, aun en medio de nuestras fragilidades, se atreva a confiar en Él.
Respondámosle con todo nuestro corazón: "Señor, tú sabes todo; tú sabes que te quiero" (Jn 21,17).

Y así, bajo la mirada amorosa del Cordero que ha vencido al mundo, sigamos peregrinando hacia la plenitud de la vida, con la alegría de sabernos amados, perdonados y enviados.

¡Feliz y bendecido Tercer Domingo de Pascua! ¡Vivamos el gozo del Año Santo Jubilar como auténticos testigos de la Resurrección!


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