27
ABR
2025

Domingo de la Divina Misericordia: Fuente de Gracia y Perdón



Domingo de la Divina Misericordia: Fuente de Gracia y Perdón

"La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la que Él revela su amor como el de un padre y una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por su propio hijo" (Papa Francisco, Misericordiae Vultus 6).

El segundo domingo de Pascua, la Iglesia celebra con gran solemnidad el Domingo de la Divina Misericordia, una fiesta que el mismo Señor Jesús pidió revelar a través de Santa Faustina Kowalska en sus apariciones en los años 1930. Esta celebración no es una invención humana, sino un llamado urgente del Corazón de Cristo a un mundo herido, para sumergirse en el océano de su misericordia.

Origen y significado del Domingo de la Divina Misericordia

La fiesta fue instituida oficialmente por San Juan Pablo II el 30 de abril del año 2000, durante la canonización de Santa Faustina. En su homilía, el Papa proclamó:

"Desde ahora, el segundo domingo de Pascua será llamado en toda la Iglesia 'Domingo de la Divina Misericordia'."

Esta fecha no es casual: se encuentra íntimamente unida a la resurrección de Cristo, que, venciendo al pecado y la muerte, nos ha abierto el acceso a la Misericordia infinita del Padre. El Evangelio proclamado ese día (Juan 20,19-31) nos muestra a Jesús Resucitado que se presenta a los discípulos, les muestra sus llagas gloriosas y les otorga el don de la paz y el poder de perdonar los pecados: "A quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengan, les quedarán retenidos" (Jn 20,23).

Así, este domingo nos recuerda que la Misericordia es el rostro visible del Amor de Dios, y que su mayor manifestación es el perdón de nuestros pecados.

La Promesa de Jesús a través de Santa Faustina

En su Diario, Santa Faustina relata que Jesús le dijo:

"Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas, y especialmente para los pobres pecadores. (...) En ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia; derramo todo un mar de gracias sobre aquellas almas que se acercan al manantial de Mi misericordia." (Diario, 699)

El Señor prometió que en este día:

  • "El alma que se acerque a la Confesión y reciba la Sagrada Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas." (Diario, 699)

Es decir, una gracia semejante a la del Bautismo: no sólo el perdón de los pecados, sino también de toda pena temporal que debiéramos pagar en el Purgatorio.

Indulgencia Plenaria del Domingo de la Divina Misericordia

La Penitenciaría Apostólica, por mandato de San Juan Pablo II, estableció en el año 2002 un decreto oficial que concede indulgencia plenaria a los fieles que cumplan las condiciones habituales y realicen obras específicas de piedad en honor a la Divina Misericordia.

¿Qué es una indulgencia plenaria?

Según el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1471), una indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa. La indulgencia plenaria remite toda pena temporal debida por los pecados, es decir, libera completamente el alma de toda consecuencia temporal del pecado.

Condiciones generales para ganar la indulgencia plenaria:

  1. Confesión sacramental (alrededor de los días cercanos, incluso antes o después de la Fiesta).
  2. Comunión eucarística el mismo domingo de la Divina Misericordia.
  3. Oración por las intenciones del Santo Padre (por ejemplo, un Padrenuestro, un Ave María y el Credo).
  4. Exclusión total de todo afecto al pecado, incluso venial.

Obras específicas indicadas para este día:

  • Participar en un acto de piedad en honor a la Divina Misericordia:
    • Rezar el Padrenuestro y el Credo.
    • Añadir una oración piadosa a Jesús Misericordioso, por ejemplo:

"Jesús, en Ti confío."

Además, los que por causa justa (por ejemplo, enfermedad o impedimento grave) no puedan asistir físicamente, pueden ganar la indulgencia si, unidos espiritualmente a los fieles reunidos, recitan en su corazón un acto de contrición y una oración confiada a la Misericordia de Jesús, cumpliendo las condiciones habituales tan pronto como les sea posible.

Vivir el Domingo de la Misericordia

La celebración del Domingo de la Divina Misericordia no debe quedarse en un hecho aislado o sentimental. Jesús nos invita a vivir cada día:

  • La confianza absoluta en su misericordia, como un niño pequeño en los brazos de su padre.
  • La práctica activa de la misericordia hacia el prójimo, con obras, palabras y oraciones. Como el mismo Jesús le dijo a Santa Faustina:

"Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mí." (Diario, 742)

Tres maneras de practicar la misericordia que Jesús enseñó:

  1. La palabra: No herir, consolar, animar.
  2. La acción: Ayudar al necesitado, visitar al enfermo, perdonar ofensas.
  3. La oración: Interceder por la salvación de las almas, ofrecer sacrificios ocultos.

Mensaje para nuestro tiempo

En un mundo golpeado por la violencia, el odio y la indiferencia, el mensaje de la Divina Misericordia resuena con fuerza: no hay herida que no pueda ser sanada, ni pecado que no pueda ser perdonado si nos acercamos con humildad y confianza al Corazón abierto de Jesús.

Como nos recuerda el Papa Francisco:

"La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, el corazón palpitante del Evangelio" (Misericordiae Vultus 12).

¡Hoy es el tiempo de la Misericordia! No dejemos pasar la gracia especial que nos ofrece este día. Abramos nuestro corazón, recibamos el perdón, vivamos el amor, y llevemos a otros la misma misericordia que hemos recibido.

Oración final:

Jesús, en Ti confío.
Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Haz de nuestro corazón un reflejo vivo de tu amor.
Amén.

 


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