Día 3 – “Santificarás las fiestas”
Palabra
de Dios
“Acuérdate del día sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás
todas tus faenas, pero el séptimo día es día de descanso para el Señor tu Dios”
(Ex 20,8-10).
“El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro, y
encontraron que la piedra había sido retirada” (Lc 24,1-2).
Catecismo
de la Iglesia Católica
“El domingo se distingue expresamente del sábado al que sucede cronológicamente
cada semana; para los cristianos, su celebración sustituye la del sábado, en
memoria de la resurrección de Cristo” (CIC 2175).
“El mandamiento de la Iglesia precisa y concreta la ley del Señor: los fieles
están obligados a participar en la Eucaristía los domingos y fiestas de
precepto” (CIC 2180-2181).
“El domingo debe ser santificado con obras de piedad, de misericordia y con un
descanso gozoso que evite las ocupaciones que impiden dar culto a Dios” (CIC
2184-2185).
Reflexión
Dios nos dio el mandamiento de santificar el día de reposo no como una carga,
sino como un regalo de amor. Él sabe que necesitamos detenernos,
descansar, volver al origen y reconocer que nuestra vida no se sostiene sola,
sino que todo viene de Él.
Para nosotros, los cristianos, el día santo ya no es el sábado, sino el domingo, porque es el día de la Resurrección del Señor, el día de la victoria de la vida sobre la muerte. Cada domingo es como una pequeña Pascua: el corazón de la semana y la fuente de la vida cristiana.
Santificar el domingo no significa solo “no trabajar” sino poner a Dios en el centro del día: participar en la Eucaristía, dedicar tiempo a la familia, practicar la misericordia con los demás, y darnos un descanso que nos acerque a la paz de Dios.
El Papa San Juan Pablo II decía: “No tengáis miedo de dar vuestro tiempo a Cristo. El tiempo dado a Cristo nunca es tiempo perdido”. El domingo no es un día cualquiera; es el día en que Dios nos recuerda que somos hijos, no esclavos del trabajo, y que nuestra vida tiene horizonte de eternidad.
Acción práctica
Oración
Señor Jesús, Tú resucitaste el primer día de la semana y nos diste el domingo
como día de vida nueva. Ayúdame a santificarlo con alegría, participando en tu
mesa y compartiendo el amor con mi familia y comunidad. Que cada domingo sea un
anticipo de la fiesta eterna en el cielo. Amén.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
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