Día 22: El Cordero de Dios y la preparación para la Comunión
“Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1,29)
Antes de comulgar, la liturgia
nos introduce en un momento de profunda adoración y humildad. Mientras
se parte el pan eucarístico, la asamblea canta o recita:
“Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros…
danos la paz.”
Esta invocación expresa quién es Jesús y qué ha venido a hacer por nosotros: dar su vida como el verdadero Cordero pascual.
1. Cristo es el Cordero inmolado por amor
El título “Cordero de Dios” nos remite a la Pascua judía, al sacrificio del cordero en el templo y, sobre todo, a Cristo crucificado, que ha tomado sobre sí el pecado del mundo.
“Habéis sido rescatados… con
la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin defecto ni mancha”
(1 Pedro 1,18-19)
Cada vez que decimos “Cordero de Dios…”, reconocemos su sacrificio, suplicamos misericordia y pedimos la paz que solo Él puede dar.
2. Nos preparamos para recibirlo con humildad
Después del canto, el
sacerdote eleva la hostia consagrada y proclama:
“Este es el Cordero de Dios…”, y todos respondemos:
“Señor, no soy digno de que entres en mi casa…”
Estas palabras, tomadas del centurión del Evangelio, expresan nuestra fe y humildad. Reconocemos que nadie puede acercarse al Misterio por méritos propios, sino solo por gracia.
“Pero una palabra tuya bastará
para sanarme”
(Mateo 8,8)
3. Un momento de adoración interior
Antes de acercarnos a comulgar, nuestra alma debe postrarse. Este momento no es para la prisa ni la distracción: es para abrir el corazón, pedir limpieza interior, desear ardientemente a Jesús.
“Bienaventurados los invitados
al banquete del Cordero”
(Apocalipsis 19,9)
Pensamiento del día
Jesús se nos entrega como el
Cordero que quita el pecado del mundo.
¿Con qué humildad y fe lo estás recibiendo?
No se trata de ser perfectos, sino de tener el corazón abierto y el alma
deseosa de su paz.
Compromiso del día
Antes de comulgar, reza con
fervor el “Cordero de Dios” y el “Señor, no soy digno…”
Hazlo como si fuera la primera vez y la última vez que lo recibes.
Y si no puedes comulgar, haz una comunión espiritual sincera.
Oración final
Jesús, Cordero de Dios, que te
entregas por mí,
ten piedad de mí, perdona mis pecados y limpia mi corazón.
Dame tu paz, tu luz, tu fuerza.
Que, al acercarme a comulgar, lo haga con fe, con amor y con gratitud.
Hazme digno de este misterio. Amén.
Frase para meditar
“¡Qué grande es Dios al
hacerse pequeño en la Hostia, y qué pequeño soy yo al acercarme a recibirlo sin
asombro!”
— San Manuel González, obispo del Sagrario abandonado
Para profundizar hoy
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1386–1389
Sobre la preparación para la Comunión, la humildad del creyente y la necesidad de estar en gracia.
La Imitación de Cristo, Libro IV, cap. II y III
“Señor, no soy digno… pero Tú me invitas. Acudo como un enfermo al médico, como un sediento a la fuente, como un pobre al Rey de cielos.”
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