Día 2 – “No tomarás el nombre de Dios en vano”
Palabra
de Dios
“No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios en falso, porque el Señor no
dejará sin castigo a quien pronuncie su nombre en falso” (Ex 20,7).
Catecismo
de la Iglesia Católica
“El segundo mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor. El nombre del
Señor es santo. Este mandamiento prohíbe todo uso indebido del nombre de Dios”
(CIC 2142).
“El abuso del nombre de Dios, es decir, todo uso inconveniente del mismo,
blasfemo o irrespetuoso, constituye un pecado grave” (CIC 2146).
“El juramento falso es invocar a Dios como testigo de una mentira. Es un grave
desprecio por el Señor de toda verdad” (CIC 2150-2152).
Reflexión
El nombre de Dios no es una palabra cualquiera: es sagrado, porque
expresa su presencia, su identidad y su amor. En la Biblia, conocer el nombre
de alguien significaba entrar en relación profunda con esa persona. Cuando Dios
reveló su nombre a Moisés, “Yo soy el que soy” (Ex 3,14), mostró que
está cercano, vivo y actuante en la historia.
Tomar el nombre de Dios en vano es usarlo de manera superficial, en juramentos vacíos, en maldiciones o en expresiones irrespetuosas. Pero también podemos tomarlo en vano cuando hablamos de Dios sin coherencia de vida, cuando lo invocamos pero no lo ponemos en el centro, o cuando usamos la fe para nuestro propio interés.
El bautizado está llamado a honrar el nombre de Dios con respeto, gratitud y testimonio coherente. Cada vez que hacemos la señal de la cruz, que pronunciamos un “Dios te bendiga” o que rezamos el “Padre nuestro”, reconocemos que su nombre es santo y debe ser tratado con reverencia.
San Cipriano decía: “No podemos llamar Padre a Dios si no mostramos con nuestras obras que somos sus hijos”. Respetar el nombre de Dios no es solo cuestión de palabras, sino de vida: que nuestras acciones hablen de su amor.
Acción práctica
Oración
Señor, tu nombre es santo y digno de alabanza. Perdona las veces que no lo he
honrado con mis palabras y con mi vida. Enséñame a vivir de manera coherente,
para que cada gesto, cada palabra y cada silencio glorifiquen tu nombre. Que
todos los que me rodean puedan reconocerte a través de mis obras. Amén.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
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