06
SEP
2025

Cristo, Señor del sábado: esperanza que libera y reconcilia



Sábado 6 de septiembre de 2025

Lecturas: Colosenses 1, 21-23; Salmo 53; Lucas 6, 1-5
Memoria: Santa María en sábado

Cristo, Señor del sábado: esperanza que libera y reconcilia

La liturgia de este sábado nos invita a mirar con esperanza hacia el futuro, recordándonos que la fe en Cristo es la que nos mantiene firmes, incluso en medio de las dificultades. San Pablo, en su carta a los Colosenses, nos recuerda que hemos sido reconciliados en Cristo para permanecer firmes e irreprochables en la esperanza del Evangelio. El salmo 53 nos eleva la súplica confiada: “Por tu inmensa bondad, ayúdanos, Señor”, y el Evangelio de san Lucas nos presenta a Jesús como el Señor del sábado, aquel que no se ata a una norma rígida, sino que libera al hombre y lo conduce a la plenitud de vida.

Hoy también, en la memoria de Santa María en sábado, la Iglesia contempla a la Madre del Señor como modelo de discípula que sabe escuchar, confiar y esperar en Dios.

2. Primera lectura: Reconciliaos en Cristo (Col 1, 21-23)

San Pablo habla con claridad: antes vivíamos alejados de Dios, pero ahora, en Cristo, hemos sido reconciliados. La reconciliación no es un hecho del pasado, sino un proceso continuo que nos mantiene firmes en la fe y orientados hacia la esperanza futura.

Los Padres de la Iglesia solían recordar que la reconciliación no solo sana la relación con Dios, sino que también restablece la comunión entre los hombres. San Juan Crisóstomo decía que quien se reconcilia con Dios aprende también a reconciliarse con su hermano. En este tiempo marcado por divisiones y tensiones sociales, la Palabra nos exhorta a ser artesanos de paz, constructores de unidad, testigos de un Evangelio que reconcilia.

3. Salmo 53: La súplica confiada

El salmo responsorial nos enseña la actitud del creyente: no basta con las propias fuerzas, necesitamos clamar a Dios: “Por tu inmensa bondad, ayúdanos, Señor”. La bondad divina es inagotable y nos sostiene en los momentos de debilidad. Esta oración sencilla y profunda nos invita a vivir en continua dependencia de la misericordia de Dios, sabiendo que su fidelidad no falla.

El salmista no se queda en la queja, sino que se abre a la alabanza, recordándonos que la súplica y la confianza van siempre de la mano.

4. Evangelio: Jesús, Señor del sábado (Lc 6, 1-5)

El episodio de Jesús y sus discípulos arrancando espigas en sábado nos revela un aspecto esencial del Evangelio: la ley existe para el bien del hombre, no para esclavizarlo. Los fariseos habían reducido el sábado a un conjunto de normas rígidas; Jesús, en cambio, nos muestra que el verdadero sentido del sábado es la vida, la libertad y la comunión con Dios.

Cristo, al decir: “El Hijo del Hombre es Señor del sábado”, nos muestra que en Él se cumplen las promesas y que el culto a Dios se expresa, sobre todo, en el amor y en la misericordia. Aquí se abre para nosotros un camino de esperanza: vivir la fe no como un peso, sino como una gracia que libera y da plenitud.

 

5. Santa María en sábado: modelo de esperanza

Cada sábado, la Iglesia mira a la Virgen María como la mujer de la esperanza. Ella supo guardar en su corazón la Palabra y esperar contra toda esperanza. San Bernardo de Claraval la llamó “estrella del mar”, guía luminosa que orienta a los cristianos en medio de las tempestades.

Hoy podemos mirarla como la madre que nos enseña a vivir una fe firme, sencilla y alegre. En ella se cumple lo que San Pablo pide: permanecer fundados en la fe, sin apartarnos de la esperanza del Evangelio.


La reconciliación en Cristo nos abre siempre a un futuro de paz y comunión. Al contemplar nuestra historia a la luz de la fe, comprendemos que el Señor nos ha devuelto la dignidad de hijos y nos invita a ser constructores de un mundo donde la fraternidad venza a la división. Confiemos en la bondad infinita del Señor que nunca abandona a sus hijos; aun en las pruebas más duras podemos experimentar la ternura de un Dios que escucha, acompaña y fortalece. Su amor es fuente de serenidad y esperanza, y nos impulsa a vivir con un corazón agradecido y confiado, seguros de que nunca estamos solos en el camino de la vida. De este modo, estamos llamados a vivir el Evangelio con alegría y libertad, siendo testigos de misericordia y reconciliación en la familia, la comunidad y la sociedad, con gestos concretos de servicio, perdón y solidaridad que reflejen la esperanza que brota del Evangelio.

 Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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