Sábado
13 de septiembre de 2025
Memoria de San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia
“Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores”
(1 Timoteo 1, 15)
Hoy la Palabra de Dios nos invita a volver a lo esencial de la fe cristiana: reconocer que Cristo vino al mundo a salvarnos. San Pablo, en su carta a Timoteo, lo confiesa con humildad: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y de ellos el primero soy yo”. Este testimonio, lejos de hundirnos en la desesperanza, nos llena de alegría porque nos recuerda que nadie está excluido de la misericordia de Dios. La Iglesia, maestra y madre, siempre proclama que la gracia de Cristo es más fuerte que nuestro pecado, y que su amor no tiene límites.
El corazón que bendice al Señor
El Salmo 112 nos invita hoy a unirnos a toda la creación en un cántico de alabanza: “Bendito sea el Señor ahora y para siempre”. Reconocer la grandeza de Dios nos abre el alma a la gratitud y nos impulsa a poner nuestra confianza en Él en medio de las dificultades. El salmista nos recuerda que el Señor “levanta del polvo al desvalido y alza de la basura al pobre”. Es un canto de esperanza que nos invita a ver el futuro con confianza: no estamos solos, el Señor sigue obrando maravillas.
Construir sobre roca
En el Evangelio de San Lucas (6, 43-49), Jesús nos presenta la importancia de vivir con coherencia nuestra fe. La verdadera medida del discípulo no está en las palabras, sino en los frutos. “El árbol bueno no da frutos malos”, dice el Señor. Por eso, la vida cristiana se manifiesta en gestos concretos: en la misericordia, en la fidelidad, en la caridad.
Jesús nos invita además a construir nuestra casa sobre roca, es decir, a edificar nuestra vida sobre su Palabra. Cuando escuchamos y ponemos en práctica el Evangelio, estamos levantando una casa que resiste las tormentas, que no se derrumba ante las dificultades. En un mundo marcado por la fragilidad y la incertidumbre, la roca firme sigue siendo Cristo.
La luz de San Juan Crisóstomo
Hoy celebramos a San Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, conocido como la “boca de oro” por la belleza y profundidad de su predicación. Fue un pastor valiente que defendió la verdad del Evangelio frente a las injusticias de su tiempo. Nos enseña que la Palabra de Dios debe resonar con claridad, iluminar la vida de los fieles y movernos a la conversión.
San Juan Crisóstomo insistía en que la Palabra proclamada debía convertirse en vida. Decía: “De nada sirve orar en la iglesia si no se vive como cristiano en la casa”. Su ejemplo nos invita a unir fe y vida, oración y compromiso, adoración y servicio.
En el Mes de la Biblia
Este mes de septiembre, dedicado de manera especial a la Palabra de Dios, somos llamados a renovar nuestro amor por la Escritura. Escuchar, meditar y practicar la Palabra es el camino seguro para crecer en la fe y dar testimonio en nuestra comunidad. El Papa Benedicto XVI recordaba: “El cristianismo no es una religión del libro, sino de la Palabra de Dios, que es viva”. Esa Palabra tiene un rostro: Jesucristo.
Cristo es la roca firme sobre la que se construye nuestra vida; esta certeza nos llena de una alegría confiada, porque el Señor nos levanta del polvo y nos sostiene con su gracia. En este mes de la Biblia, asumamos el compromiso de dedicar cada día un momento a la lectura orante de la Palabra, para que nuestras obras den fruto bueno y nuestra vida se edifique sólidamente en Cristo.
Que San Juan Crisóstomo interceda por nosotros para que nuestra parroquia sea un lugar donde la Palabra de Dios resuene con fuerza, y que cada familia se convierta en una pequeña iglesia doméstica edificada sobre la roca que es Cristo.
¡Bendito sea el Señor ahora y para siempre!
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
La palabra es vida se debe reflejar en la conversión trasmitir con nuestro proceder lo aprendido la oración es importante para enriquecer nuestra espiritualidad dar testimonio de fe.
Te rogamos señor Jesús, que nos mantengas firme, en roca, que es la verdad, y la vida eterna.
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