05
SEP
2025

Cristo, Cabeza de la Iglesia y Vino Nuevo que Renueva Nuestra Vida



Cristo, Cabeza de la Iglesia y Vino Nuevo que Renueva Nuestra Vida

La liturgia de este viernes 5 de septiembre de 2025 nos invita a contemplar la centralidad de Cristo en nuestra fe y en nuestra vida comunitaria. La Primera Carta a los Colosenses (1, 15-20) nos presenta un himno cristológico de gran belleza: Jesucristo es la imagen visible del Dios invisible, el primero en todo, el principio y la meta de la creación. El Salmo 99 nos invita a bendecir al Señor porque Él es bueno y eterna es su misericordia. Y en el Evangelio según san Lucas (5, 33-39), Jesús nos recuerda que su presencia inaugura una novedad radical, que no se puede encasillar en moldes viejos: Él es el Esposo, y en Él se derrama el vino nuevo del Reino de Dios.

Hoy también recordamos a San Lorenzo Justiniano, primer patriarca de Venecia, pastor santo y reformador, que nos enseña a unir la contemplación con la acción, la oración profunda con la caridad concreta.

Cristo, plenitud de la creación

San Pablo, en su himno a Cristo en Colosenses, nos invita a mirar a Jesús no solo como Maestro y Profeta, sino como centro de toda la creación:

  • “Todo fue creado por Él y para Él” (Col 1,16).
  • “Él es antes que todo y todo subsiste en Él” (v. 17).
  • “Él es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia” (v. 18).

Esto significa que nuestra vida personal y comunitaria encuentra sentido en Cristo. No hay rincón de nuestra existencia que quede fuera de su señorío. Como decía San Ireneo: “La gloria de Dios es el hombre viviente, y la vida del hombre es la visión de Dios”. Cristo es el rostro visible de ese Dios que quiere que vivamos plenamente.

Vino nuevo para odres nuevos

El Evangelio nos presenta la tensión entre lo viejo y lo nuevo. Los fariseos no entendían por qué los discípulos de Jesús no ayunaban como los de Juan o los suyos. Jesús responde con la imagen del novio y de la fiesta: mientras el Esposo está presente, no se puede estar de luto. Y añade la parábola del vino nuevo en odres nuevos (Lc 5,37-38).

El mensaje es claro: el Evangelio no es un simple remiendo para la vida vieja, sino una novedad que exige apertura, conversión y renovación de corazón. Como decía San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Esa inquietud solo se calma cuando dejamos que Cristo transforme nuestras estructuras, pensamientos y estilos de vida.

San Lorenzo Justiniano: Pastor según el Corazón de Cristo

Hoy la Iglesia celebra a San Lorenzo Justiniano (1381–1456), un obispo que supo guiar a su pueblo con mansedumbre y firmeza. Fue un reformador de la vida eclesial en tiempos de decadencia y superficialidad, impulsando la caridad hacia los pobres, la formación del clero y la vida de oración.

Su vida nos recuerda que toda renovación auténtica en la Iglesia nace de la unión con Cristo y de la docilidad al Espíritu Santo. Su lema pastoral podría resumirse en estas palabras: “Cristo basta”.

El cristiano no vive de nostalgias del pasado ni de miedos al futuro. Vive del presente de gracia que Cristo inaugura en cada Eucaristía. Cuando recibimos el Cuerpo del Señor, experimentamos que Él es el Pan de vida y el vino nuevo que alegra el corazón humano.

Por eso, hoy se nos invita a:

  • Pensar: Cristo es el centro de mi vida, todo en mí debe girar en torno a Él.
  • Sentir: Alegría y confianza al saber que en Jesús todo encuentra plenitud.
  • Actuar: Ser “odres nuevos” que acogen el vino nuevo del Evangelio, renovando nuestras actitudes y compromisos en la familia, en la comunidad y en la sociedad.

La Palabra de Dios nos asegura que Cristo reina sobre toda la creación y sobre nuestra historia. No estamos solos ni a la deriva: el Señor camina con nosotros, nos transforma y nos impulsa a ser testigos de esperanza.

Que al recordar a San Lorenzo Justiniano aprendamos que la santidad no es cosa de héroes lejanos, sino de hombres y mujeres que, con humildad, se dejan moldear por Cristo. Y que cada día podamos decir con el salmista: “Bendigamos al Señor porque Él es bueno, eterna es su misericordia” (Sal 99).


Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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