Escuchen, pueblos, la palabra del Señor y anúncienla en todos los rincones de la tierra: He aquí que vendrá nuestro Salvador, ya no tengan miedo. Jr 31,10; Is 35,4
Caminar hacia la Luz
Querida comunidad,
Con el inicio del Adviento, la Iglesia nos invita a prepararnos para dos grandes encuentros: la conmemoración del nacimiento de Jesús en Belén y su segunda venida gloriosa al final de los tiempos. Este tiempo litúrgico está impregnado de esperanza y renovación, y la Palabra de Dios en esta primera semana nos llena de alegría y sentido de propósito.
El sueño de Isaías: Una humanidad reconciliada
El libro del profeta Isaías nos presenta una visión impactante: todas las naciones subirán al monte del Señor, donde Él les enseñará sus caminos para que vivan en paz (Is 2,1-5). Este pasaje, escrito aproximadamente en el siglo VIII a.C., se sitúa en un contexto de tensiones políticas y guerras. Sin embargo, Isaías proclama una promesa divina: la humanidad será transformada, y las herramientas de guerra serán convertidas en instrumentos de vida.
Esta profecía no solo apunta al futuro, sino que nos impulsa a trabajar en el presente. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC 2305), Cristo es nuestra paz, y mediante su sacrificio nos llama a vivir como hermanos. El Adviento nos invita a construir hoy ese mundo reconciliado, confiando en que el Señor guía nuestra historia hacia la plenitud.
El Salmo 121: Alegría en el camino
El Salmo responsorial nos llena de júbilo: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor”. El salmista expresa la emoción de los peregrinos que se dirigen a Jerusalén, símbolo de la presencia de Dios. Hoy, esta invitación resuena con fuerza: cada acción buena, cada gesto de amor, es un paso en ese camino hacia el encuentro definitivo con el Señor.
La fe del centurión: Confianza sin límites
En el Evangelio de Mateo (8,5-11), encontramos a un centurión romano que sorprende a Jesús por su fe. Este hombre, un extranjero y pagano, reconoce la autoridad de Jesús y confía plenamente en su palabra: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
El centurión es un ejemplo de humildad y confianza, dos virtudes que el Adviento nos invita a cultivar. Su fe nos recuerda que la salvación es para todos los que se abren a Jesús, independientemente de su origen o condición.
El Adviento, como señala el Concilio Vaticano II en *Gaudium et Spes* (GS 1), es un tiempo que nos llama a leer los signos de los tiempos a la luz del Evangelio. La esperanza que proclamamos no es una ilusión; está arraigada en la certeza de que Dios actúa en la historia y nos lleva hacia un futuro de plenitud.
San Juan Pablo II nos recordaba: “La esperanza cristiana no decepciona porque está basada en Cristo, que es fiel a sus promesas”. Este Adviento es una oportunidad para renovar nuestra confianza en el Señor y ser instrumentos de su paz.
- Dios guía nuestra historia hacia la paz y la reconciliación; cada paso de fe contribuye a este plan.
- Que la esperanza del Adviento llene tu corazón de alegría y propósito.
- Visualiza las naciones subiendo juntas al monte del Señor, dejando atrás las armas para abrazar la paz.
- Ofrece un gesto concreto de reconciliación o servicio esta semana: perdona, ayuda a alguien necesitado o dedica tiempo a la oración en familia.
El Adviento es un tiempo de luz, de esperanza activa y de confianza en el plan de Dios. Caminemos juntos con alegría, como nos invita el Salmo 121, sabiendo que cada paso nos acerca más al encuentro definitivo con el Señor.
Que esta primera semana de Adviento sea una oportunidad para abrir el corazón a la Palabra de Dios, renovar nuestra esperanza y vivir como auténticos discípulos de Cristo.
¡Vayamos con alegría al encuentro del Señor!
Señor y Dios nuestro, ven a salvarnos; míranos con bondad y estaremos a salvo. Sal 79,4
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