09
JUN
2025

Bienaventurada María, Madre de la Iglesia y de toda esperanza




Lunes 9 de junio de 2025 – Memoria Obligatoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia
Inicio del Tiempo Ordinario – Año Santo Jubilar 2025

“Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,27)

María, Madre de la Iglesia y de toda esperanza

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Después de haber celebrado ayer la Solemnidad de Pentecostés, fiesta del Espíritu Santo y del nacimiento de la Iglesia, hoy lunes 9 de junio la Iglesia universal se une para celebrar con profunda alegría y gratitud la Memoria Obligatoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia. Esta celebración, instituida por el Papa Francisco en 2018, subraya con fuerza una verdad luminosa: no hay Iglesia sin Pentecostés y no hay Pentecostés sin la Virgen María.

María estuvo presente en el Cenáculo, orando con los apóstoles, esperando con fe la promesa del Espíritu. En ese Pentecostés primero, María se convierte en el corazón orante de la comunidad cristiana, en la madre de la Iglesia naciente, en la Mujer nueva que acompaña el nacimiento de la nueva humanidad redimida en Cristo.

Una maternidad nacida al pie de la cruz

El Evangelio de hoy (Juan 19,25-34) nos sitúa al pie de la cruz. Allí, Jesús, al ver a su Madre y al discípulo amado, pronuncia palabras que cambiarán para siempre la historia de la fe:

“Mujer, ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre”.
Estas no son palabras simbólicas, sino una entrega real de María a la Iglesia como madre espiritual. En el momento más alto del amor, mientras da la vida por nosotros, Cristo nos da también a su Madre.

El Papa Francisco, al establecer esta memoria, expresó en su homilía del 21 de mayo de 2018:

“La Iglesia es femenina, es madre. Y cuando le falta esta dimensión, pierde su identidad. La ternura es la primera virtud de una madre. María es ternura, es cercanía, es consuelo.”
Ella no abandona, no se esconde, no huye del dolor ni de la misión. Se queda. Permanece. Ora. Y acompaña a sus hijos con fortaleza y amor.

Lecturas que iluminan la maternidad espiritual

Las lecturas de esta jornada revelan la grandeza del plan de Dios y el lugar especial de María en la historia de la salvación:

  • En Génesis 3,9-15.20, Eva, madre de los vivientes, representa el inicio de la humanidad herida por el pecado. Pero ya en ese mismo texto, aparece la promesa de la victoria de una Mujer sobre la serpiente. María es la Nueva Eva, la mujer que, con su obediencia, da paso al Salvador y participa íntimamente de su obra redentora.
  • El Salmo 86 canta la gloria de la “Ciudad de Dios”. La tradición de la Iglesia aplica estas palabras a María: ella es la morada de Dios, la nueva Jerusalén, el lugar donde ha nacido la salvación. En ella “cosas admirables se dicen”, porque en su seno el Verbo se hizo carne.
  • El Evangelio de san Juan nos muestra la unión inseparable entre María y la Iglesia. Desde la cruz nace una nueva familia, cuyo vínculo no es la sangre, sino la gracia: María es madre del Redentor y madre de los redimidos.

Un inicio esperanzador del Tiempo Ordinario

Hoy también comenzamos el Tiempo Ordinario, esa parte del año litúrgico donde caminamos con Cristo en los días comunes de la vida. No hay que ver este tiempo como menos importante; al contrario, es el momento de crecer en la fe cotidiana, de descubrir a Dios en lo sencillo, de vivir con fidelidad los compromisos del Evangelio.

María, Madre de la Iglesia, nos enseña a vivir este camino con fe, humildad y servicio. Ella, que fue fiel en lo extraordinario y en lo ordinario, nos guía como educadora de la fe, como madre atenta, como intercesora constante.

Vivir esta memoria en el Año Santo Jubilar

Este Año Santo Jubilar 2025, con el lema “Peregrinos de esperanza”, es una oportunidad preciosa para acoger con renovado fervor a María en nuestro caminar espiritual. Algunas sugerencias pastorales para vivir este día:

  • Rezar el Rosario en comunidad o en familia, meditando los Misterios Gloriosos, especialmente el de Pentecostés.
  • Participar con devoción en la Eucaristía, presentando nuestras intenciones bajo el manto de María.
  • Realizar una obra de misericordia, como ella, que corrió a servir a su prima Isabel.
  • Visitar un templo mariano o santuario jubilar, ganando la indulgencia plenaria, con las condiciones dispuestas por la Iglesia.
  • Consagrar a María nuestras parroquias, nuestras familias y nuestras vocaciones, sabiendo que, bajo su protección, el camino de la fe florece.

María, la madre que no nos abandona

Hoy, más que nunca, el mundo necesita una Iglesia con rostro de madre. Una Iglesia que acoja, que consuele, que acompañe. María es ese modelo. Es madre de la esperanza, madre de los pobres, madre de la unidad, madre de la misión.

En cada hogar cristiano, en cada altar, en cada paso de nuestra peregrinación, María camina con nosotros. Ella no solo nos señala a Cristo: nos lo entrega en su carne, en su amor, en su silencio y en su intercesión.

Acojámosla hoy, como Juan en el Evangelio, “en nuestra casa” (Jn 19,27). Y como Iglesia, sigamos caminando con María, Madre de la Iglesia, Madre de la esperanza.

Oración final

María, Madre de la Iglesia,
tú que estuviste en el Cenáculo con los apóstoles,
enséñanos a orar, a esperar y a servir como tú.
Camina con nosotros en este Año Santo Jubilar,
para que seamos peregrinos de esperanza,
testigos del Evangelio, y discípulos misioneros.
Ruega por nosotros, Madre buena. Amén.

¡Feliz comienzo del Tiempo Ordinario!
Con María, caminamos como Iglesia viva y llena del Espíritu.

 

Pbro. A.J.U.M.


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