16
AGO
2025

Bautizados para vivir, amar y anunciar a Cristo



Bautizados para vivir, amar y anunciar a Cristo

"Iglesia eres tú"

1. El Bautismo: más que un rito, un nuevo nacimiento

En la vida cristiana, todo comienza con el Bautismo. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que este sacramento es “la puerta de la vida en el Espíritu y la puerta que abre el acceso a los demás sacramentos” (CIC 1213).

Por él, somos injertados en Cristo, hechos hijos de Dios y miembros vivos de la Iglesia. No se trata de un simple gesto simbólico, sino de una realidad espiritual:

“El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5).

El Bautismo imprime en el alma un sello indeleble que nos configura para siempre con Cristo. Por eso, aunque podamos alejarnos de Dios por el pecado, el Bautismo nunca se borra: es una alianza eterna.

2. Nuestro compromiso: vivir en Cristo

En el momento de ser bautizados, renunciamos —personalmente o a través de nuestros padres y padrinos— al pecado y a Satanás, y proclamamos nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Esto nos compromete a:

  • Caminar en la luz de Cristo y no en las tinieblas del pecado (Ef 5,8).
  • Ser coherentes con la fe en nuestras palabras, decisiones y acciones.
  • Amar como Jesús amó: sin egoísmo, con misericordia y perdón.
  • Participar en la vida de la Iglesia, no como espectadores, sino como protagonistas de la misión.

3. Nuestra vocación: la santidad

El Concilio Vaticano II enseña que todos los bautizados estamos llamados a la santidad (cf. Lumen Gentium 11 y 40). Esto significa vivir unidos a Cristo en cada circunstancia de la vida, ya sea en la familia, el trabajo, la escuela o el servicio a los demás.

En el Bautismo recibimos la triple misión de Cristo:

  • Sacerdotal: Ofrecer nuestra vida a Dios como sacrificio espiritual (1Pe 2,5).
  • Profética: Anunciar la verdad del Evangelio con palabras y obras (Mt 28,19).
  • Real: Servir a los demás con amor, venciendo el egoísmo y la injusticia (Mc 10,45).

4. Nuestra misión: ser discípulos misioneros

Jesús nos dejó un mandato claro:

“Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos… enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado” (Mt 28,19-20).

Por eso, nuestra fe no es para guardarla en lo privado, sino para vivirla y anunciarla:

  • En la familia, siendo testigos de amor, perdón y oración.
  • En el trabajo o estudio, actuando con justicia y honestidad.
  • En la sociedad, defendiendo la vida, la paz y la dignidad humana.

Cada bautizado es un misionero de esperanza, incluso sin salir de su casa, cuando vive el Evangelio en su entorno.

5. Nuestro propósito: vivir para Dios y con Dios

La meta de nuestra vida, recordada desde el día de nuestro Bautismo, es la comunión eterna con Dios. No estamos aquí solo para sobrevivir o buscar éxito humano, sino para caminar hacia la santidad, amando y sirviendo, como Jesús nos enseñó.

San Agustín lo expresó así:

“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

6. Nuestra tarea diaria como bautizados

  1. Orar cada día, en lo íntimo y en comunidad.
  2. Alimentarnos de la Palabra de Dios y meditarla.
  3. Participar frecuentemente en la Eucaristía y en la Confesión.
  4. Servir a los más necesitados, reconociendo en ellos a Cristo.
  5. Anunciar la fe con sencillez y alegría.
  6. Cuidar la comunión en la Iglesia, recordando que “Iglesia eres tú”, “Iglesia somos nosotros”.

7. Iglesia eres tú

La Iglesia no es solo un edificio o una institución; es la comunidad viva de los bautizados. Por eso, cada uno de nosotros, donde vive y trabaja, es Iglesia en misión.

Cuando amas, sirves, perdonas y anuncias la fe, la Iglesia está presente allí.
Cuando callas ante la injusticia o te alejas de Dios, la Iglesia se debilita en tu entorno.
Cuando vuelves a Cristo y caminas en comunión, la Iglesia se renueva.

Oración de compromiso bautismal

Señor Jesús,
hoy renuevo con alegría las promesas de mi Bautismo.
Renuncio al pecado y a todo lo que me aparte de Ti.
Creo en Ti, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Hazme testigo de Tu amor en mi familia, en mi trabajo,
en la Iglesia y en el mundo.
Quiero vivir como hijo(a) de Dios,
ser luz en medio de las tinieblas
y anunciar con mi vida que Tú eres el Camino,
la Verdad y la Vida.
Amén.

 

Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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