Semana XX del Tiempo Ordinario
Jueves 21 de agosto de 2025
Lecturas:
Jueces 11, 29-39 · Salmo 39 · Mateo 22,1-14
Memoria de San Pío X, papa
El Dios de la historia y de la esperanza
Hoy la liturgia nos invita a reflexionar sobre la fidelidad a Dios y la manera como orientamos nuestra vida hacia su voluntad. Desde el dramático relato de Jefté en el Libro de los Jueces, pasando por la súplica confiada del Salmo, hasta la parábola del banquete en el Evangelio, descubrimos un mismo hilo conductor: Dios nos llama a entrar en su Alianza, a escuchar su voz y a vivir como invitados a la fiesta de su Reino.
La memoria de San Pío X, papa reformador y promotor de la Eucaristía, ilumina el mensaje de este día y nos muestra un camino concreto para vivir con esperanza: el amor a Cristo presente en la Iglesia y en los sacramentos.
Jefté: entre el voto y la tragedia (Jue 11,29-39)
El texto del Libro de los Jueces nos presenta a Jefté, quien hace un voto imprudente: ofrecer en sacrificio a quien saliera primero a recibirlo tras la victoria. El relato nos estremece porque la víctima resulta ser su propia hija.
Este pasaje, leído a la luz de la exégesis y de la Tradición de la Iglesia, no es un modelo a imitar, sino una advertencia contra los votos temerarios y el uso supersticioso de la religión. Los Padres de la Iglesia —como San Jerónimo— resaltan que Dios no quiere sacrificios humanos, sino un corazón humilde y obediente.
En contraste con Jefté, Jesús se ofrecerá a sí mismo en la cruz, no por imprudencia humana, sino por amor y obediencia al Padre. Así, donde Jefté es signo de la fragilidad, Cristo es plenitud de fidelidad.
El salmo: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad" (Sal 39)
El
Salmo responsorial es la clave hermenéutica de este día. Allí escuchamos:
“Tú no quieres sacrificios ni ofrendas… entonces yo digo: Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.”
La liturgia nos recuerda que Dios no se complace en holocaustos materiales, sino en el corazón que se abre a su proyecto de vida. Este salmo lo retoma la Carta a los Hebreos (cf. Hb 10,5-10) aplicándolo a Cristo, quien al encarnarse pronunció su definitivo "sí" al Padre.
El cristiano, al rezar este salmo, se une a Cristo y aprende a vivir la obediencia como un acto de confianza, no como imposición. Es una obediencia que genera libertad y esperanza.
El Evangelio: El banquete abierto para todos (Mt 22,1-14)
La parábola del banquete nupcial revela la gratuidad y la universalidad de la salvación. Dios invita a todos: pobres y ricos, buenos y malos. El Reino es don, no conquista.
Sin embargo, aparece un detalle exigente: el hombre que entra sin el vestido de fiesta. Este símbolo nos recuerda que no basta con aceptar la invitación; hay que revestirse del hombre nuevo (cf. Ef 4,24), vivir la conversión y la gracia. San Agustín interpretaba ese vestido como la caridad, sin la cual nadie puede permanecer en la mesa del Señor.
La esperanza cristiana, por tanto, no es pasiva: es compromiso, es dejarse transformar por la gracia que nos reviste de Cristo.
San Pío X: Papa de la Eucaristía y de la renovación
Hoy recordamos a San Pío X (1835-1914), un papa de gran corazón pastoral. Su lema fue "Instaurare omnia in Christo", es decir, “Renovar todas las cosas en Cristo”.
Entre sus aportes más notables destacan:
En él encontramos un ejemplo de pastor que supo unir la tradición con la renovación. Su devoción eucarística nos enseña que la verdadera fuerza de la Iglesia está en el altar, en la comunión viva con Jesús.
Una Iglesia vestida de esperanza
La liturgia de hoy nos conduce a una síntesis luminosa:
El Jubileo de la Esperanza nos impulsa a vivir esta verdad: somos llamados a la fiesta del Reino, y Dios nos reviste con su gracia para participar en ella. No se trata de un futuro lejano, sino de una realidad que comienza hoy en la Iglesia, especialmente en la Eucaristía.
San Pío X nos recuerda que en la comunión frecuente hallamos la fuerza para caminar, la alegría para servir y la luz para evangelizar.
Dios me invita cada día a su banquete; yo estoy llamado a responder con fe y amor.
Que mi corazón se llene de gratitud y confianza, sabiendo que el Señor me reviste de su gracia y participe en la Eucaristía con un corazón disponible, acercándome con frecuencia a la comunión y viviendo la caridad como el verdadero vestido de fiesta.
La Palabra de Dios hoy nos educa en la esperanza: no hay tragedia humana que tenga la última palabra, no hay fragilidad que Dios no pueda transformar, no hay invitación que quede sin respuesta si abrimos el corazón.
Que San Pío X, papa de la
Eucaristía, interceda por nosotros para que podamos decir cada día con alegría:
“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
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