Miércoles 30 de julio de 2025
– Semana XVII del Tiempo Ordinario
“A los que buscan el rostro de Dios, Él les muestra su gloria”
Lecturas del día:
Vivimos esta jornada del mes de julio, mes consagrado a la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos redime, sana y reconcilia. Hoy, además, conmemoramos la memoria litúrgica de San Pedro Crisólogo, gran pastor y doctor de la Iglesia, llamado “el doctor de la palabra de oro” por su predicación sencilla y profunda, capaz de tocar los corazones con claridad evangélica.
Mientras nuestros jóvenes celebran con gozo el Jubileo de los Jóvenes en Roma, nosotros, en comunión con ellos, nos unimos a esta alegría eclesial, meditando la Palabra que hoy se nos ofrece como luz para el camino.
“Resplandecer con Dios”: la experiencia de Moisés
En la primera lectura del Éxodo, Moisés desciende del monte con el rostro resplandeciente por haber estado en presencia de Dios. Su experiencia no fue solo personal; su transformación física y espiritual era tan evidente que los demás quedaban asombrados. El rostro iluminado de Moisés representa a todo creyente que se deja transfigurar por la cercanía con el Señor.
Hoy, más que nunca, el mundo necesita ver rostros que brillen con la paz de Cristo. No con luces artificiales, sino con la luz que nace del encuentro con Dios en la oración, la Eucaristía y el compromiso diario con el Evangelio. Cada persona que ora, sirve y ama, se convierte –como Moisés– en signo vivo de esperanza.
El Reino es el tesoro más grande
Jesús, en el evangelio según San Mateo, nos presenta dos parábolas del Reino: el tesoro escondido y la perla preciosa. Ambas parábolas tienen algo en común: una búsqueda, un descubrimiento y una decisión radical.
El Reino no es solo una doctrina, es una experiencia viva del amor de Dios. Quien lo encuentra, deja todo lo demás, no por obligación, sino por alegría. Estas parábolas nos invitan a vivir una fe que no es costumbre ni formalismo, sino descubrimiento y renovación constante.
Como enseñaba San Pedro Crisólogo: “El que encuentra a Cristo, lo encuentra todo; el que pierde a Cristo, lo pierde todo”.
La Preciosa Sangre: precio del Tesoro
En este mes de julio, la Sangre de Cristo nos recuerda el precio del tesoro: Jesús entregó todo por nosotros. Su sangre derramada en la cruz es la prueba suprema de su amor, y al mismo tiempo, es la puerta de acceso al Reino.
Cada gota de esa sangre es semilla de vida nueva, fuente de esperanza para los que sufren, bálsamo para los heridos, fuerza para los débiles, sentido para los jóvenes que buscan, y consuelo para quienes se sienten solos.
Una mirada al Jubileo de los Jóvenes
Mientras miles de jóvenes viven su peregrinación jubilar en Roma, se confirma que la Iglesia sigue siendo joven, y que el Reino no es una utopía del pasado, sino una realidad actual que se construye con corazones que aman y manos que sirven.
El rostro de la Iglesia se rejuvenece cuando hay quienes, como los jóvenes peregrinos, están dispuestos a venderlo todo por el tesoro de Cristo. Nos unimos a ellos con nuestra oración, para que esta experiencia los transforme como a Moisés y los haga brillar de esperanza en un mundo que muchas veces vive en la oscuridad de la indiferencia.
Pensamiento para meditar:
“El que quiere ver a Dios, debe subir al monte, dejar la rutina, entrar en la nube del silencio, abrir el corazón al amor, y luego bajar con el rostro resplandeciente de paz.”
Sentimiento que brota del Evangelio:
Una alegría profunda y serena, la que nace cuando uno se sabe amado por Dios y ha descubierto el tesoro que da sentido a la vida. Hoy, el Señor nos dice: “Vale la pena todo por mi Reino”.
Propósito de vida para hoy:
Buscar un espacio de adoración o silencio profundo, lejos del ruido, para dejarnos mirar por Dios y preguntarle: “Señor, ¿qué quieres de mí?”. Que su luz nos transforme y nos ayude a ver en cada persona un reflejo del Reino.
Oración final:
Señor Jesús,
Tú eres el Tesoro escondido y la Perla preciosa que da sentido a nuestras vidas.
Haznos capaces de dejar todo lo que nos aleja de Ti,
de subir al monte como Moisés,
de resplandecer con tu luz,
de caminar con alegría hacia tu Reino.
Que tu Sangre Preciosa nos purifique y nos dé fuerza.
Y que, en comunión con los jóvenes del mundo,
vivamos nuestro propio Jubileo de la esperanza.
Amén.
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