Miércoles
15 de octubre de 2025 – Semana XXVIII del Tiempo Ordinario
Fiesta de Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia
Lecturas: Romanos 2, 1-11; Salmo 61; Lucas 11, 42-46
“Solo en Dios descansa mi alma: la santidad nace de un corazón unificado en
el amor”
La verdad que transforma el corazón
En este día la Iglesia celebra con gozo a Santa Teresa de Jesús (1515-1582), mujer de fuego interior, reformadora del Carmelo, mística y doctora de la Iglesia. Su vida nos recuerda que la verdadera reforma de la Iglesia y del mundo comienza en el corazón que ora, ama y se deja purificar por el Espíritu. En el contexto del Mes del Rosario y de las Misiones, su testimonio nos invita a mirar hacia dentro, a reencontrarnos con el Dios que habita en nosotros y que nos llama a irradiar su amor hacia los demás.
San Pablo, en la primera lectura (Rom 2,1-11), nos recuerda que Dios no se deja engañar por las apariencias, porque “no hace acepción de personas”. Lo que cuenta ante Él no son los títulos, los cargos o las prácticas externas, sino un corazón sincero y una vida coherente. Todos, dice el apóstol, seremos juzgados según nuestras obras, porque la fe verdadera se traduce en amor y misericordia concreta.
El Evangelio: una advertencia que libera
El Evangelio de san Lucas (11,42-46) presenta a Jesús denunciando la hipocresía de los fariseos y doctores de la ley. Les reprocha su obsesión por los detalles rituales mientras olvidan lo esencial: la justicia y el amor de Dios. La palabra de Jesús no busca humillar, sino liberar. Nos invita a revisar nuestro corazón: ¿vivimos para agradar a Dios o para aparentar ante los demás? ¿Nuestra fe se manifiesta en amor y servicio, o solo en costumbres externas?
Jesús no condena el cumplimiento de la ley, sino la dureza de corazón que la convierte en carga. Santa Teresa lo expresó magistralmente:
“Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene, nada le falta.”
En su experiencia mística comprendió que el verdadero camino de perfección es la unión con Cristo en lo cotidiano, en la fidelidad al deber, en la oración constante que convierte el alma en morada de Dios.
La voz de Santa Teresa: una Iglesia en camino hacia la intimidad con Dios
Santa Teresa fue una mujer que no se contentó con la mediocridad. Quiso “volver al Evangelio” en su vida personal y en la vida de su comunidad. Reformó el Carmelo para que las hermanas vivieran en pobreza, oración y fraternidad, buscando solo a Cristo. En un tiempo de crisis y superficialidad espiritual, ella recordó que la oración no es un privilegio de unos pocos, sino el camino de todos los que aman.
La santa de Ávila enseña que el alma humana es como un castillo interior, con muchas moradas, y que en el centro está Dios mismo esperándonos con ternura. Entrar en ese castillo es emprender un viaje de autoconocimiento, de purificación y de encuentro. Su doctrina espiritual sigue siendo actual: no hay misión sin oración, ni santidad sin conversión.
En el mes del Rosario y de las Misiones
En
este mes misionero, el testimonio de Santa Teresa nos anima a ser misioneros
del corazón orante. No todos somos llamados a dejarlo todo para evangelizar
en tierras lejanas, pero todos somos llamados a llevar el Evangelio donde
estamos. Cada Ave María del Rosario puede ser una semilla de paz; cada acto de
amor gratuito, un gesto de misión.
El misionero, decía Teresa, no se sostiene por sus fuerzas, sino por la unión
constante con Cristo. Por eso exhortaba a sus hermanas a “ser fuertes en la
oración y generosas en el amor”, porque “la oración es el motor del mundo”.
Dios nos invita hoy a revisar nuestro corazón, porque no basta con cumplir externamente; necesitamos dejar que su gracia transforme nuestras intenciones para que solo un corazón purificado por el amor pueda reflejar la justicia y la misericordia divinas. Sintamos el llamado de Jesús a vivir con autenticidad y alegría, dejando que su mirada atraviese nuestras máscaras y sane nuestra fe, para vivir una relación sincera con Él. Como Santa Teresa, aprendamos a descansar en Dios: “Solo en Él he puesto mi esperanza”. Y actuemos dedicando unos minutos al silencio orante, rezando un misterio del Rosario para pedir la gracia de una fe viva y coherente, ofreciendo una obra de caridad por los misioneros y por quienes viven su fe con sencillez, sin aparentar.
Santa Teresa de Jesús nos muestra que la santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer ordinariamente bien las cosas por amor a Dios. Su vida fue un fuego de esperanza y renovación para la Iglesia. Hoy, su voz resuena más actual que nunca:
“Nada te turbe… quien a Dios tiene, nada le falta.”
Que en este día aprendamos a poner nuestra esperanza solo en Dios, a vivir con humildad y coherencia, y a dejar que Cristo haga de nosotros almas orantes, libres y misioneras.
“Solo en Dios descansa mi alma: la santidad comienza cuando el corazón deja de
aparentar y aprende a amar.” — Parroquia de Santa Ana, Panamá
Pbro. Alfredo Uzcátegui
Vicario parroquial.
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