20
SEP
2024

La Resurrección de Cristo: Nuestra Esperanza Viva, Inspirada por el Valor de los Mártires Coreanos

La Resurrección de Cristo: Nuestra Esperanza Viva, Inspirada por el Valor de los Mártires Coreanos


Los santos mártires derramaron su sangre por Cristo en la tierra; por eso han obtenido el premio eterno.


Memoria de los Santos Andrés Kim Taegon, Pablo Chong Hasang y Compañeros Mártires


El 20 de septiembre, la Iglesia celebra la Memoria Obligatoria de los mártires coreanos: San Andrés Kim Taegon, presbítero, San Pablo Chong Hasang y 101 compañeros, quienes entregaron sus vidas por la fe cristiana entre 1839 y 1867. Estos mártires, hombres y mujeres de diversas edades, fueron testigos del Evangelio en medio de una persecución brutal contra los cristianos en Corea. Entre ellos se encontraban laicos, catequistas, esposos, hijos, y sacerdotes. El más joven de los mártires tenía 13 años, y el más anciano, 72. San Andrés Kim Taegon, el primer sacerdote coreano, fue ejecutado en 1846 a la edad de 25 años, después de haber traído la fe cristiana a su tierra natal. Junto con San Pablo Chong Hasang, un laico que trabajó incansablemente por la evangelización, estos mártires nos dejaron un legado de valentía, fe y amor profundo a Cristo.


Primera Carta a los Corintios 15, 12-20: El Corazón de Nuestra Fe


La Primera Carta de San Pablo a los Corintios 15, 12-20 se centra en la resurrección de Cristo, la cual es el fundamento de la fe cristiana. San Pablo enseña que sin la resurrección de Cristo, nuestra fe sería vana, y estaríamos aún en nuestros pecados. La enseñanza central de este pasaje es clara: Jesús no es solo un modelo moral a seguir, sino que su sacrificio y resurrección son la fuente de nuestra salvación. No somos salvos simplemente por imitar sus obras, sino por participar en la gracia de su sacrificio, a través del cual Él vence a la muerte y nos ofrece la vida eterna.


La resurrección es el acto culminante en el que Jesús recibe la plenitud de su gloria y majestad más allá de la muerte. Su victoria sobre la muerte es la garantía de nuestra propia resurrección futura. Como dice San Pablo: “Si Cristo no resucitó, nuestra predicación carece de contenido, y vuestra fe carece de fundamento” (1 Cor 15, 14). Así, la esperanza cristiana no es simplemente en la vida terrenal, sino en la vida eterna, en la promesa de que, al igual que Cristo resucitó, nosotros también resucitaremos.


Salmo 16: Atiéndeme, Dios mío, y escucha mi oración


El Salmo 16 es una súplica confiada al Señor. En él, el salmista expresa su confianza total en Dios, quien no abandonará su alma al poder de la muerte. “Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia”. Este salmo refleja el anhelo profundo de vivir en comunión con Dios, y la esperanza de que la vida no termina en la muerte. Es un recordatorio de que Dios escucha nuestras oraciones y camina con nosotros, incluso en los momentos de dificultad o persecución.


Evangelio según  San Lucas 8, 1-3: El Ministerio de Jesús y el Servicio de sus Discípulos


En el Evangelio de San Lucas 8, 1-3, vemos a Jesús recorriendo las aldeas y ciudades proclamando la buena noticia del Reino de Dios. Lo acompañan los Doce y varias mujeres, quienes sirven al Señor y apoyan su ministerio con sus bienes. Este pasaje es significativo porque resalta que el Reino de Dios no solo se extiende por la predicación, sino también por el servicio. Las mujeres que acompañaban a Jesús muestran cómo el discipulado incluye tanto la proclamación de la Palabra como el servicio activo a Cristo y a su misión. 


Los mártires coreanos siguieron este ejemplo: fueron evangelizadores no solo con palabras, sino también con la entrega total de sus vidas, demostrando que el discipulado requiere de un sacrificio radical por amor a Cristo.


El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que la resurrección de Cristo es la victoria definitiva sobre la muerte y el pecado (CIC 638). Esta victoria no es solo un hecho histórico, sino que tiene consecuencias directas para nuestra vida: “Por su muerte ha vencido a la muerte, y los muertos en Cristo participan de su vida gloriosa” (CIC 655). Es a través de su resurrección que Jesús nos ofrece la esperanza de la vida eterna, una esperanza que los mártires coreanos abrazaron con toda su alma.


Jesús no es solo un ejemplo a seguir, sino nuestra esperanza viva, que nos invita a confiar en su victoria sobre la muerte y a participar de su resurrección gloriosa.


Siente en tu corazón la profunda esperanza y alegría que provienen de la certeza de que Cristo ha resucitado, y que en Él, también nosotros resucitaremos.


Imitemos la valentía de los mártires coreanos, viviendo nuestra fe de manera activa, a través del servicio a los demás y el testimonio valiente de nuestra esperanza en Cristo resucitado. Una forma concreta de hacerlo es involucrarse en la evangelización de nuestra comunidad, ofreciendo nuestro tiempo y bienes para apoyar a la misión de la Iglesia, tal como lo hicieron las mujeres que seguían a Jesús.


El Legado de los Mártires Coreanos


Los 103 mártires coreanos canonizados en 1984, incluidos San Andrés Kim Taegon y San Pablo Chong Hasang, son ejemplos luminosos de fidelidad al Evangelio. A pesar de las persecuciones severas y crueles que sufrieron, permanecieron firmes en su fe, sabiendo que la vida terrenal es solo un paso hacia la vida eterna. Su legado para nosotros es claro: vivir con coraje y fe, no temiendo las dificultades o el sacrificio, sino confiando en la victoria de Cristo sobre la muerte. Así como ellos imitaron a Cristo, estamos llamados a ser testigos valientes de la fe, sabiendo que la resurrección es nuestra esperanza definitiva.


Que el ejemplo de los mártires coreanos nos inspire a vivir con alegría y valentía nuestra fe en Cristo resucitado.


Ted doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. Mt 11,25




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