Jueves 24 de julio de 2025 — Semana XVI del
Tiempo Ordinario
“Dios desciende para hablarnos: abramos los ojos del corazón”
En el Mes de la Preciosa Sangre de Cristo
Memoria de San Charbel Makhlüf, presbítero maronita
Querida comunidad parroquial:
Hoy, la Palabra de Dios nos lleva a un momento clave en la historia de la salvación: el encuentro del pueblo de Israel con el Dios vivo en el monte Sinaí (Éxodo 19,1-2.9-11.16-20b). Este no es un relato más. Es un recordatorio poderoso de que nuestro Dios no se queda lejos, sino que se revela, se acerca, habla y se deja encontrar.
El monte tiembla, hay truenos, relámpagos, una nube espesa, y el sonido fuerte del cuerno. Dios se manifiesta en medio de signos que sobrecogen. Pero la clave no está solo en el espectáculo, sino en el corazón del mensaje: Dios quiere hacer alianza con su pueblo. Quiere que estemos preparados, purificados, con el alma abierta para escuchar su voz.
Jesús y los ojos del corazón (Evangelio de Mateo 13,10-17)
En el Evangelio de hoy, Jesús explica por qué habla en parábolas. Cita al profeta Isaías: “Mirarán y no verán, escucharán y no entenderán”. Pero a sus discípulos les dice algo que también es para nosotros hoy: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven”.
Aquí está la esperanza: nosotros somos los dichosos, si no cerramos el corazón, si permitimos que la semilla del Evangelio entre y germine. Jesús quiere que entendamos con el corazón, no solo con la mente. Que la fe sea una experiencia vivida, no un concepto teórico.
En el mes de la Preciosa Sangre
Estamos viviendo el mes de julio, mes dedicado a contemplar el misterio de la Preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo, derramada por amor y por nuestra salvación. En el monte Sinaí, el pueblo se preparó tres días para encontrarse con Dios. Hoy, nosotros tenemos un acceso directo al Dios vivo a través de Jesucristo, que no habla desde el trueno sino desde el Pan y el Vino consagrados.
Cada misa es nuestro monte Sinaí. En cada Eucaristía, Dios se manifiesta, habla, alimenta, y nos sella con su Sangre la nueva y eterna alianza.
San Charbel, testigo del silencio fecundo
En este mismo día, celebramos la memoria de San Charbel Makhlüf, monje y sacerdote libanés del siglo XIX. Vivió en la soledad, en la oración continua, en la penitencia silenciosa. Su vida nos enseña que para escuchar a Dios es necesario el silencio, la humildad y la fidelidad diaria.
San Charbel no buscó ser visto ni aplaudido. Buscó simplemente estar con Dios. Hoy, tantos fieles experimentan milagros físicos y espirituales por su intercesión. Su vida es un eco del Evangelio: ver con los ojos del alma, escuchar en la fe.
¿Qué podemos hacer hoy?
En este Año Santo Jubilar de la Esperanza, preguntémonos:
Un pensamiento
“El que se prepara para escuchar a Dios no se queda igual; su alma tiembla como el monte Sinaí, porque sabe que va a ser transformado.”
Un sentimiento
Admiración y gratitud por un Dios que se abaja hasta nosotros, que se comunica con amor y que nos hace sus amigos.
Una acción concreta
Hoy te invito a visitar el Sagrario, aunque sea por cinco minutos. En silencio. Como San Charbel. Dile a Jesús Sacramentado: “Aquí estoy, Señor, para escucharte”. Lleva también una intención por alguien que necesita esperanza.
Para vivir el Año Santo Jubilar
Bendito seas, Señor, santo y glorioso, por tu Palabra, por tu presencia y por tu Sangre que nos redime. Que nuestros ojos vean, nuestros oídos escuchen y nuestro corazón entienda. Amén.
San Charbel Makhlüf, ruega por nosotros.
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