En Deuteronomio 8, 3, Dios nos enseña que no solo de pan vive el hombre, sino de cada palabra que sale de su boca.
Esta verdad trasciende lo físico, recordándonos que nuestra verdadera sustancia es espiritual y se nutre de su Palabra.
Teológicamente, nos revela que Dios es nuestra fuente de vida y nos invita a confiar en Él. Pastoralmente, nos anima a buscar y compartir la Palabra divina, alimento esencial para nuestras almas y para conducir a otros hacia la plenitud de vida en Cristo.
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