Canten con todo el corazón las alabanzas del Señor. Den continuamente gracias a Dios Padre. Ef 5,19-20
El Llamado a una Vida Llena de Luz y Entrega
Lecturas:
- Filipenses 2,12-18: “...trabajen con respeto y temblor en su propia salvación. Porque es Dios quien obra en ustedes el querer y el hacer...”
- Salmo 26: “El Señor es mi luz y mi salvación.”
- Evangelio según San Lucas 14, 25-33: “Cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.”
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre el profundo llamado de Jesús a una vida de discipulado radical. San Pablo nos exhorta a trabajar por nuestra salvación con reverencia y humildad, reconociendo que Dios mismo nos inspira tanto el deseo como la capacidad de actuar. Nos recuerda que la vida cristiana no se reduce a una serie de buenas intenciones, sino a una entrega completa a la voluntad de Dios. Junto al Evangelio de San Lucas, donde Jesús describe el costo del discipulado, encontramos un claro llamado a dejar todo lo que nos aleja del Reino de Dios y abrazar la vida que nos ofrece el Señor como luz y salvación.
Una Iglesia que Mira al Futuro con Esperanza:
A lo largo de la historia, la Iglesia nos ha recordado que la vida cristiana es un proceso continuo de conversión. La Constitución Dogmática _Lumen Gentium_ del Concilio Vaticano II, declara que todos los bautizados estamos llamados a la santidad y a vivir en comunión con Dios y con nuestros hermanos. El discipulado no es simplemente un acto único de fe; es una respuesta diaria al llamado de Jesús, quien nos invita a tomar nuestra cruz y seguirlo. La santidad no se limita a una vida perfecta, sino que se forja en cada decisión y en cada sacrificio realizado en fidelidad a Dios.
1. "Es Dios quien obra en ustedes"
La frase de San Pablo a los Filipenses nos ofrece un pensamiento lleno de esperanza y consuelo. La vida cristiana, aunque exige compromiso y entrega, no se vive en solitario. Dios mismo nos da el “querer y el hacer”. Este es un recordatorio de que cada paso en nuestro camino de fe, cada momento de sacrificio y cada acto de amor que realizamos, son inspirados y sostenidos por el Espíritu Santo en nosotros. Es Dios quien ilumina nuestro camino, quien nos da la fuerza para seguir adelante cuando el peso de la cruz se hace más intenso. Esta certeza nos llena de confianza y paz, porque sabemos que no estamos solos.
2. La Confianza de Caminar en la Luz del Señor
El Salmo 26 expresa una hermosa proclamación de confianza: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” En este contexto, la luz del Señor es la claridad, la verdad y el consuelo que nos guía incluso en las oscuridades de la vida. Nos invita a entregarnos a Él con plena confianza, sabiendo que el miedo y la duda pueden ser vencidos en su presencia. Este sentimiento de confianza es la base de nuestra vida de fe y de esperanza. Aunque el mundo esté lleno de desafíos, Cristo nos asegura que Él es nuestra luz que nunca se apaga.
3. La Cruz como Puerta hacia la Vida
Jesús en el Evangelio de San Lucas nos habla de la cruz como símbolo de nuestra entrega. Nos llama a “renunciar a todo lo que tenemos” para ser verdaderos discípulos. En esta entrega, la cruz no representa simplemente sacrificio, sino una puerta hacia la vida eterna. Pensemos en la cruz como el faro que nos dirige hacia la verdadera libertad en Cristo, porque al cargar con nuestras cruces, imitamos a Jesús que se entregó por amor. Esta imagen nos invita a ver nuestras propias cruces no como una carga sin sentido, sino como un acto de unión con Cristo.
4. Dar un Paso Concreto Hacia el Discipulado
En respuesta a este llamado de Jesús, se nos invita a dar un paso concreto. En la semana, dedica un momento para reflexionar sobre qué cosas en tu vida impiden que sigas a Jesús con plena libertad. Puede ser el apego a bienes materiales, a resentimientos, o a hábitos que no te acercan a Dios. Escoge uno de estos obstáculos y, con la ayuda de la gracia, trabaja en dejarlo a un lado. Este pequeño paso es una señal de que estás dispuesto a cargar con tu cruz y a seguir a Cristo en la senda de la luz y la salvación.
El discipulado implica un proceso de transformación interior, y aunque muchas veces nos exige renunciar y sacrificarnos, es en esta entrega donde encontramos la verdadera libertad y paz. Sigamos adelante, sabiendo que es Dios quien obra en nosotros y que, con su gracia, podemos ser luces que iluminen el camino de otros. Que María, Madre de la Iglesia, y San Pablo intercedan por nosotros para que seamos verdaderos discípulos de Cristo, dispuestos a darlo todo por amor.
Que esta semana podamos vivir bajo la luz del Señor, con la confianza de que en Él tenemos nuestra salvación, y con el compromiso de responder a su llamado a través de nuestras acciones.
Dichosos ustedes, si los injurian por ser cristianos, porque el Espíritu de Dios descansa en ustedes. 1Pe 4,14
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