Yo soy la salvación de mi pueblo, dice el Señor. Los escucharé en cualquier tribulación en que me llamen y seré siempre su Dios.
Firmes en la Fe y Alegres en el Camino: Viviendo como Ciudadanos del Cielo
Hoy, en la Memoria de San Adeodato, la liturgia nos ofrece un mensaje lleno de esperanza y sabiduría a través de las lecturas. Nos encontramos con tres textos profundos: la exhortación de San Pablo a los Filipenses (Filipenses 3,17–4,1), el Salmo 121 que nos invita a ir “con alegría al encuentro del Señor,” y el Evangelio de Lucas (16,1-8), donde Jesús nos narra la parábola del administrador astuto. Estos textos nos invitan a caminar con firmeza en la fe, a vivir con alegría, y a actuar con prudencia y sabiduría, inspirados por el mensaje de la Iglesia y su Magisterio.
San Pablo, en su carta a los Filipenses, escribe desde la prisión en Roma, probablemente entre los años 60 y 62 d.C. Aunque encarcelado y enfrentando desafíos, Pablo transmite esperanza y exhorta a la comunidad cristiana a perseverar en la fe y a vivir como “ciudadanos del cielo.” Esta frase resuena con fuerza: Pablo quiere recordarnos que, aunque vivimos en el mundo, nuestro destino final es la vida eterna.
San Pablo no minimiza las dificultades de la vida cristiana; por el contrario, reconoce que en nuestro caminar podemos enfrentar pruebas y tentaciones. Sin embargo, nos anima a mantenernos firmes en el Señor, siguiendo el ejemplo de los santos y de aquellos que, a través de sus vidas, han sido testimonios de la fidelidad y la misericordia de Dios.
El Salmo 121: La Alegría del Encuentro con el Señor
“Vayamos con alegría al encuentro del Señor.” Este salmo refleja el gozo del pueblo de Israel al dirigirse al Templo de Jerusalén, el lugar de la presencia de Dios. Para nosotros, este camino es la vida misma, donde cada paso nos lleva más cerca de nuestro encuentro con el Señor. La alegría en nuestra fe no es solo una emoción pasajera, sino un don que Dios nos concede, una fuerza interior que nos sostiene, incluso en medio de las pruebas.
El salmo nos invita a recordar que, en el camino de la vida, el Señor está presente y nos acompaña. Esta alegría no depende de las circunstancias externas, sino de la certeza de que Dios nos ama y nos espera. Así como el peregrino se llena de alegría al acercarse al Templo, nosotros estamos llamados a vivir cada día con la esperanza del encuentro eterno con Dios.
El Evangelio: La Paradoja del Administrador Astuto
En el Evangelio según San Lucas, Jesús cuenta la parábola del administrador que, al saber que perderá su empleo, actúa con astucia para asegurarse un futuro. A primera vista, esta parábola puede sorprendernos: ¿por qué Jesús utilizaría la figura de un administrador aparentemente deshonesto para enseñarnos? La Iglesia, a través del Magisterio, nos ayuda a comprender esta parábola desde la perspectiva de la prudencia y la sabiduría cristianas.
Jesús no alaba la injusticia del administrador, sino su capacidad para prever y actuar de manera oportuna. Nos llama a ser inteligentes en el uso de los bienes materiales, recordando que estos son medios para un fin más elevado. La parábola nos invita a reflexionar sobre cómo utilizamos los recursos que Dios nos da: nuestro tiempo, talentos y bienes. Todo lo que tenemos es un don de Dios y debemos administrarlo en vista de nuestra salvación y del bien de los demás.
Vivamos con los ojos puestos en la eternidad, recordando que somos ciudadanos del cielo. Todo lo que hacemos aquí en la tierra tiene un eco en la vida eterna, y somos llamados a vivir con esa perspectiva, alineando nuestras acciones con nuestra fe y nuestra esperanza.
Alegría profunda y duradera al saber que el Señor camina con nosotros. Esta alegría no es efímera; es la alegría de quienes saben que Dios los espera con amor. Que esta certeza llene nuestros corazones, incluso en los momentos de prueba y desafío.
Visualicemos nuestro camino de vida como un sendero hacia la casa de Dios, en el que, paso a paso, avanzamos en el amor y en la esperanza. Al final de este camino, el Señor nos espera con los brazos abiertos, como un padre que acoge con alegría a sus hijos.
Hoy, dediquemos un momento a evaluar cómo utilizamos los bienes que Dios nos ha confiado. ¿Estamos invirtiendo nuestro tiempo, talento y recursos en construir un mundo más justo y amoroso? ¿Nos estamos preparando para la vida eterna, administrando bien lo que Dios nos da? Pidamos la gracia de vivir con sabiduría y responsabilidad, orientados hacia el encuentro con el Señor.
En este día de la Memoria de San Adeodato, pidamos su intercesión para que, como él, seamos fieles en nuestra fe y en nuestro compromiso con Dios. Que nuestras vidas sean un reflejo de la esperanza cristiana y que, siguiendo el ejemplo de San Pablo y del Evangelio, vivamos con alegría y prudencia, orientando cada paso hacia el cielo.
Que el Señor nos dé la fortaleza para mantenernos firmes, la alegría para vivir con entusiasmo, y la sabiduría para ser administradores fieles de los dones que hemos recibido.
En aquel que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado a su plenitud. 1Jn 2,5
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared