El Desafío de Elegir: Vivir para Dios, No para el Dinero

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro o bien obedecerá al primero y no hará caso al segundo. En Resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero. Mateo 6,24

Este pasaje acerca  de las enseñanzas de Jesús sobre servir a dos amos (Dios y el dinero) nos invita a reflexionar profundamente sobre nuestras prioridades y cómo estas afectan nuestras acciones diarias. 

El pensamiento central aquí es la necesidad de tomar decisiones claras y coherentes en nuestra vida espiritual y material. La Iglesia Católica enseña que el amor a Dios y al prójimo debe ser el fundamento de todas nuestras acciones. Cuando Jesús dice que no se puede servir a dos amos, nos está recordando que nuestras prioridades deben estar alineadas con el Reino de Dios y no con los valores puramente mundanos, como la riqueza material o el poder.

El sentimiento que surge de estas enseñanzas es el deseo de amar a Dios sobre todas las cosas y de poner nuestros talentos y recursos al servicio de su voluntad. Esto implica desapegarnos de la búsqueda desmedida de riquezas o del egoísmo que podría desviarnos del camino hacia la santidad.

Debemos buscar vivir de manera coherente con nuestra fe, tomando decisiones que reflejen nuestro compromiso con el Evangelio. Por ejemplo, muchos santos han demostrado este principio con sus vidas. San Francisco de Asís es un ejemplo notable: renunció a la riqueza y al prestigio social para vivir en pobreza radical y dedicarse completamente a Dios y al servicio de los más necesitados. San Ignacio de Loyola también es un ejemplo, ya que renunció a su carrera militar y a sus ambiciones terrenales para seguir a Cristo y fundar la Compañía de Jesús.

En la vida cotidiana, esto puede significar tomar decisiones económicas éticas, compartir generosamente con los demás y usar nuestros recursos de manera responsable para promover el bien común y el Reino de Dios en la tierra.

La enseñanza de Jesús nos llama a la integridad y a la coherencia entre nuestra fe y nuestras acciones, siguiendo ejemplos concretos de los santos que han vivido esta enseñanza de manera heroica en sus vidas.