Día 4 – La Ira y la Mansedumbre
Venciendo los pecados capitales
Tema:
La ira es una reacción desordenada que, cuando se descontrola, destruye
relaciones, hiere con palabras y puede llevar a la violencia. No se trata de negar
el sentimiento natural de enojo —que puede surgir frente a la injusticia—, sino
de aprender a ordenarlo. La ira desbordada ciega el corazón y la razón, nos
aleja de la paz y rompe la comunión con Dios y con los hermanos.
Virtud contraria: La mansedumbre
La mansedumbre no es debilidad ni pasividad, sino fuerza interior para dominar la ira y responder con serenidad. El manso no es el que nunca se enoja, sino el que sabe transformar el enojo en paciencia, diálogo y búsqueda de reconciliación. La mansedumbre refleja el corazón de Cristo, que soportó las ofensas y respondió siempre con amor.
Palabra de Dios:
El
libro de los Proverbios nos enseña:
“La respuesta suave calma el enojo, pero la palabra hiriente enciende la
ira” (Prov 15,1).
El camino evangélico no es apagar con más fuego el fuego de la ofensa, sino
responder con la suavidad de quien confía en Dios.
Enseñanza
de la Iglesia:
El Catecismo enseña: “La ira es un deseo de venganza. Cuando llega al deseo
deliberado de matar o herir gravemente al prójimo, es gravemente contraria a la
caridad; pero desear la justicia es lícito” (CEC 2302). La fe nos llama a
ordenar el enojo para que no destruya, sino que se convierta en un impulso
hacia el bien.
Acción
práctica:
Hoy te invito a responder con serenidad en lugar de dejarte llevar por la
ira. Ante una ofensa o una situación que provoque enojo, guarda un instante
de silencio, haz una breve oración interior y pide a Dios la gracia de
responder con mansedumbre. Ese pequeño acto puede cambiar el rumbo de un
conflicto.
Oración
final:
Señor Jesús, manso y humilde de corazón, enséñame a dominar mi ira y a
responder con paciencia. Transforma mi enojo en ocasión de amor, mi silencio en
oración y mis palabras en semillas de paz. Hazme instrumento de reconciliación
en mi familia, en mi comunidad y en el mundo. Amén.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
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