En el mes de Santa Ana y San Joaquín, reflexionamos sobre las promesas de Dios para las generaciones futuras.
El Salmo 103,17-18 nos recuerda que la misericordia de Dios perdura eternamente para aquellos que le temen y guardan su alianza.
Confiamos en que el amor y la fidelidad de Dios se extienden a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos.
Que la intercesión de Santa Ana y San Joaquín nos anime a vivir en obediencia y fe, transmitiendo a las futuras generaciones el amor y la confianza en Dios.
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