Martes 17 de junio de 2025 — Semana XI del Tiempo Ordinario
“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”
Viviendo la misericordia, la generosidad y el amor hasta el extremo en el
Año Santo Jubilar
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
En este martes de la XI Semana del Tiempo Ordinario, la Palabra de Dios nos propone una de las enseñanzas más exigentes del Evangelio, pero también una de las más luminosas: la llamada de Jesús a amar incluso a los enemigos, a vivir desde la gratuidad del amor divino, a ser “perfectos como el Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Este mandato, lejos de ser una carga inalcanzable, es una invitación a participar de la vida misma de Dios, a dejar que su amor transforme nuestro corazón y nuestras relaciones.
1. La generosidad de Dios que se hace ejemplo para los creyentes (2 Cor 8,1-9)
San Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto, los invita a mirar el ejemplo de las comunidades de Macedonia, pobres en lo material, pero ricas en generosidad. Nos dice: “aunque eran muy pobres, desbordaban en generosidad”. Esta paradoja cristiana —dar incluso desde la necesidad— revela una verdad profunda: quien tiene a Cristo, lo tiene todo, y desde ese todo que es la gracia puede compartir, donar, entregarse.
La raíz de esta actitud está en el misterio mismo de Cristo: “siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros fuerais ricos por su pobreza” (v.9). Aquí se encuentra el fundamento de toda solidaridad cristiana: Cristo, que no se aferró a su condición divina, sino que se anonadó por amor, nos enseña a vivir en la lógica del don.
En este Año Santo Jubilar, marcado por la esperanza y la renovación espiritual, somos llamados a redescubrir el sentido del compartir. Las obras de misericordia, especialmente con los más necesitados —los migrantes, los ancianos, los niños, los enfermos—, se convierten en caminos privilegiados para experimentar la gracia jubilar y crecer en santidad.
2. Alaba, alma mía, al Señor (Salmo 145)
El salmista nos recuerda con alegría que el Señor es fiel, justo, cercano al pobre, defensor del oprimido y protector del extranjero. Este salmo es una sinfonía de confianza. En tiempos de incertidumbre o angustia, cuando el mundo parece girar en torno al egoísmo o a la violencia, esta oración nos enseña a dirigir el corazón hacia Dios, fuente de justicia y ternura.
“El Señor ama a los justos, sostiene al huérfano y a la viuda, y trastorna el camino de los malvados.” En cada una de estas frases resplandece el rostro misericordioso de Dios. El Jubileo nos invita a contemplar ese rostro, a hacer de la alabanza una forma de vida y de compromiso. Cada acción de caridad, cada gesto de perdón, cada reconciliación, se convierte en un canto al Señor que reina por los siglos.
3. Amar al enemigo: plenitud del amor cristiano (Mateo 5,43-48)
El Evangelio de hoy contiene una de las enseñanzas más revolucionarias de Jesús: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”. Aquí no se trata de un amor sentimental o ingenuo, sino de una decisión radical: vivir según la lógica de Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.
Esta enseñanza no se puede vivir sin gracia. Por eso, este llamado a la perfección no es una exigencia fría o moralista, sino una invitación a dejar que el amor del Padre se derrame en nuestros corazones. “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” no significa no tener defectos, sino amar como Él ama: con gratuidad, con paciencia, sin medida.
En este Año Santo Jubilar, mientras atravesamos las puertas santas, renovamos nuestra fe, vivimos los sacramentos y ejercemos las obras de misericordia, no olvidemos que todo eso tiene una meta concreta: crecer en el amor. No basta con evitar el mal; estamos llamados a vencer el mal con el bien (cf. Rm 12,21), a convertirnos en signos visibles del Reino.
4. Testimonio de santidad: San Gregorio Barbarigo
La Iglesia celebra hoy a san Gregorio Barbarigo, obispo y cardenal del siglo XVII, modelo de pastor entregado al bien del pueblo. Fiel al Concilio de Trento, promovió la formación del clero, las misiones, la catequesis, y fue hombre de paz en tiempos de tensiones religiosas. Su vida refleja la coherencia entre fe y caridad, entre doctrina y acción pastoral.
En este año de gracia jubilar, pidamos su intercesión para que nuestros pastores y fieles se renueven en la entrega, en la caridad y en el deseo de servir a Cristo en los pobres y marginados. Su testimonio nos anima a no tener miedo de la perfección evangélica: es posible cuando se vive con los ojos puestos en Jesús.
Una palabra para el corazón: Esperanza para hoy
Ante un mundo dividido, polarizado y herido por el rencor, el Evangelio de hoy nos impulsa a ser testigos del amor que sana y reconcilia. No se trata de tolerar pasivamente la injusticia, sino de vencerla con las armas del Espíritu: la verdad, la mansedumbre, la oración, la fidelidad.
La perfección cristiana no es inalcanzable. Se trata de dejarnos transformar cada día por el Espíritu Santo, para que nuestro modo de hablar, de servir, de perdonar y de construir comunidad, refleje algo del amor con que Dios nos ha amado primero.
Para vivir esta semana jubilar:
El Señor nos invita hoy a mirar lo más alto: la perfección del amor. No como un ideal lejano, sino como una realidad que comienza aquí, en nuestras relaciones cotidianas. Que la fuerza del Espíritu nos sostenga en este camino, y que este Año Santo Jubilar sea para todos una verdadera renovación interior.
¡Ánimo, hermanos! El camino de la perfección es el camino del amor, y ese camino lo recorremos con Cristo.
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