La Vida: Un Don Fugaz Llamado a la Eternidad en Dios

Este Santo Luchó hasta la muerte por la ley de Dios y no se aterrorizó ante la amenaza de los impíos, pues estaba afianzado sobre roca firme. 

Memoria de San Wenceslao, Mártir

Lectura: Eclesiastés (Qohelet) 11,9-12,8

El Libro del Eclesiastés nos confronta con la realidad de la fugacidad de la vida. El pasaje 11,9-12,8 anima a los jóvenes a disfrutar de la vida, pero les recuerda que sus actos no quedarán sin consecuencias, ya que serán juzgados por Dios. Este texto refleja la sabiduría del autor inspirado por el Espíritu Santo, quien a través de un lenguaje poético y filosófico, habla sobre la inevitabilidad de la muerte y el valor de la vida bajo la providencia divina. "Recuerda a tu Creador en los días de tu juventud, antes de que lleguen los días malos y se acerquen los años de los cuales dirás: no me agradan."

Este mensaje invita a reflexionar sobre el sentido de la existencia humana desde la perspectiva de la eternidad, haciendo un llamado a no perder de vista lo esencial: la vida no es solo para disfrutarla, sino para vivirla en coherencia con los mandamientos de Dios.

Salmo 89: "Tú eres Señor, nuestro refugio"

El  Salmo 89 es un profundo canto de confianza en el Señor, quien es presentado como nuestro refugio a lo largo de las generaciones. En este contexto, el salmista medita sobre la brevedad de la vida y la necesidad de sabiduría para comprenderla.

La frase "Mil años en tu presencia son como el día de ayer que pasó" nos invita a reconocer la eternidad de Dios frente a nuestra temporalidad.

Este salmo nos ayuda a profundizar en la idea de que solo en Dios encontramos el verdadero refugio y la fortaleza para enfrentar las incertidumbres de la vida. La petición "Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sabio" revela la necesidad de vivir cada momento con la certeza de que nuestra vida está en manos de Dios.

Evangelio según San Lucas 9,43b-45

En el Evangelio según San Lucas, Jesús predice nuevamente su pasión: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres". Este anuncio de su sufrimiento es incomprendido por los discípulos, quienes "tenían miedo de preguntarle". Jesús revela el misterio de su sacrificio, que será consumado en la cruz para la redención del mundo, mostrando cómo la verdadera gloria pasa por la cruz y el sufrimiento.

La ceguera de los discípulos frente a este anuncio refleja nuestra dificultad para aceptar la cruz en nuestras vidas, y el miedo a enfrentarnos al sufrimiento. Pero el mensaje de Cristo nos invita a confiar en el plan de salvación de Dios, aunque no siempre lo entendamos.

La Iglesia Católica, siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II, nos recuerda la importancia de vivir conscientes de la temporalidad de esta vida y la realidad de la vida eterna. El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), en los números 1007 y 1013, nos enseña que la muerte da sentido a nuestra vida cristiana, siendo una invitación constante a vivir conforme a los mandamientos de Dios y con la mirada puesta en la vida eterna. Cristo, al abrazar la cruz, nos ha dado la mayor lección de amor y sacrificio, uniendo nuestro sufrimiento al suyo para redimir al mundo.

La vida es corta, pero llena de oportunidades para cumplir la voluntad de Dios. Cada día es un regalo que debemos vivir con responsabilidad, buscando la sabiduría que proviene de Dios.

Gratitud hacia Dios por el don de la vida y por su presencia constante como nuestro refugio. A pesar de las dificultades y sufrimientos, sabemos que Él guía nuestros pasos y nos sostiene en los momentos más difíciles.

Haz un examen de conciencia al final del día, reflexionando sobre tus acciones y decisiones. Pregúntate si han sido coherentes con el llamado de Dios en tu vida. Busca reconciliarte con Él en el sacramento de la confesión si es necesario, y renueva tu compromiso de vivir según su voluntad.

Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del evangelio. 2Tm 1,10