En su boca había una enseñanza verdadera y la maldad no se hallaba en sus labios. Caminaba conmigo en paz y rectitud y apartaba a muchos del mal. Ml 2,6
Fidelidad y Vocación: Lecciones del Profeta Ezequiel y el Evangelio para Nuestra Vida Cristiana
Memoria de San Esteban de Hungría.
En la memoria de San Esteban de Hungría, la Iglesia nos invita a meditar en la Palabra de Dios a través de las lecturas del Libro del Profeta Ezequiel 16, 1-15.60.63 y del Evangelio según San Mateo 19, 3-12. Estas lecturas nos ofrecen una profunda reflexión sobre la fidelidad de Dios y la respuesta humana en la alianza con Él, así como una enseñanza sobre la santidad del matrimonio y la vida consagrada.
Ezequiel 16, 1-15.60.63: El amor inquebrantable de Dios
En este pasaje del profeta Ezequiel, se narra la historia de Jerusalén, simbolizada como una niña abandonada que es acogida y cuidada por Dios. A medida que crece, es embellecida y colmada de dones, convirtiéndose en una mujer hermosa. Sin embargo, esta mujer, que representa al pueblo de Israel, traiciona el amor de Dios entregándose a la idolatría. A pesar de esta infidelidad, Dios no abandona a su pueblo, sino que promete recordar su pacto y restaurar la relación, demostrando un amor que perdona y transforma.
Este pasaje nos enseña sobre la fidelidad inquebrantable de Dios. Aun cuando el ser humano se aparta y traiciona el amor divino, Dios permanece fiel a su alianza. Su amor es paciente, misericordioso y dispuesto a perdonar, recordándonos que siempre podemos volver a Él con un corazón arrepentido.
Mateo 19, 3-12: La santidad del matrimonio y la llamada a la consagración
En el Evangelio, Jesús responde a la pregunta de los fariseos sobre la licitud del divorcio, recordando el plan original de Dios para el matrimonio: la unión indisoluble entre un hombre y una mujer. Jesús subraya que lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. Además, habla sobre aquellos que renuncian al matrimonio por el Reino de los Cielos, un llamado especial a la vida consagrada.
Jesús reafirma la santidad y la indisolubilidad del matrimonio, enseñando que es una vocación sagrada y un reflejo del amor fiel de Dios. Asimismo, reconoce la validez y la importancia de la vida consagrada, como una entrega total al servicio de Dios y su Reino.
La Iglesia, en su Magisterio, ha sostenido consistentemente la indisolubilidad del matrimonio, recordando que es un sacramento instituido por Cristo. El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 1643) describe el amor conyugal como un amor "total, fiel y exclusivo" que une a los esposos en una comunión íntima. Además, el Concilio Vaticano II en la constitución "Gaudium et Spes" (GS 48) destaca que el matrimonio es una vocación en la que los cónyuges están llamados a amarse mutuamente y a cooperar con Dios en la procreación y educación de los hijos.
Por otro lado, la vida consagrada, como lo enseña la Iglesia, es un estado de vida en el que las personas se dedican totalmente a Dios, siguiendo los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Esta forma de vida es un testimonio del Reino de Dios y un camino de santidad.
Reflexionemos sobre la fidelidad de Dios en nuestra vida. A pesar de nuestras caídas y debilidades, Él siempre nos busca, nos ama y nos perdona. Así también, debemos ser fieles en nuestras vocaciones, ya sea en el matrimonio o en la vida consagrada, recordando que son caminos hacia la santidad.
Sintamos la llamada de Dios a vivir nuestras vocaciones con amor y compromiso. Que nuestro corazón se llene de gratitud por el amor incondicional de Dios y de un deseo sincero de corresponderle con nuestra vida.
Renovemos hoy nuestro compromiso en nuestra vocación. Si estamos casados, fortalezcamos nuestra unión, orando juntos y dedicando tiempo a nuestra relación. Si estamos consagrados, profundicemos en nuestra entrega a Dios. Y todos, independientemente de nuestro estado de vida, recordemos que estamos llamados a ser fieles, siguiendo el ejemplo de Cristo y de San Esteban de Hungría, quien vivió su vida con devoción y servicio a Dios y a su pueblo.
Reciban la Palabra de Dios, no como palabra humana, sino como palabra divina, tal como es en realidad. 1Ts 2,13.
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared